La cuaresma es un tiempo propicio para tomar decisiones importantes. Es la oportunidad de convertirse a los mejor de sí mismo. Pone delante de nosotros la novedad apasionante del proyecto de vida de Jesús.

La cuaresma es un tiempo propicio para tomar decisiones importantes. Es la oportunidad de convertirse a los mejor de sí mismo. Pone delante de nosotros la novedad apasionante del proyecto de vida de Jesús.
Es un proceso de crecimiento según el plan de Dios que llama a todos a la santidad. Es una vocación. Incluye un dinamismo constante de crecimiento que está hecho de enamoramiento, desilusión y también de decisión. Es obra del Espíritu que mantiene vivo y activo el sueño profundo, nacido en el tiempo del noviazgo y primeros años de relación matrimonial.
¿Qué está pasando con el amor en nuestra sociedad? ¿Nos hemos vuelto inconsistentes e incapaces de vivir este afecto humano fundamental? La necesidad fundamental de amar y ser amado, de dar y recibir amor, ¿se ha apagado? ¿Ya no es una carencia que pone en vilo nuestra existencia temporal y la llama a la relación?
En cierta ocasión se presentó el hombre ante el trono de Dios y le dijo: «¿qué te parece que es más duro, ser hombre o ser Dios?» – «Ser Dios es mucho más duro», respondió Dios. «Tengo que ocuparme de todo el universo, de los planetas, de las galaxias. Tú, en cambio, solo tienes que ocuparte de tu familia y de tu profesión».
Apuesto por contar historias de matrimonios estables y duraderos; los que viven una relación sexual y amorosa, los que se quieren, se ayudan, se motivan en el crecimiento personal, se acercan a su sueño de felicidad compartida, que los mantiene receptivos y activos.
La pandemia está significando una puesta en cuestión de muchas rutinas y certidumbres de nuestras vidas. Habíamos dado por descontado el funcionamiento de muchos servicios; contábamos con muchas libertades. La pandemia ha afectado también de forma directa a la vida pastoral de las comunidades cristianas.
La cuaresma es un tiempo propicio para tomar decisiones importantes. Es la oportunidad de convertirse a los mejor de sí mismo. Pone delante de nosotros la novedad apasionante del proyecto de vida de Jesús.
Es un proceso de crecimiento según el plan de Dios que llama a todos a la santidad. Es una vocación. Incluye un dinamismo constante de crecimiento que está hecho de enamoramiento, desilusión y también de decisión. Es obra del Espíritu que mantiene vivo y activo el sueño profundo, nacido en el tiempo del noviazgo y primeros años de relación matrimonial.
¿Qué está pasando con el amor en nuestra sociedad? ¿Nos hemos vuelto inconsistentes e incapaces de vivir este afecto humano fundamental? La necesidad fundamental de amar y ser amado, de dar y recibir amor, ¿se ha apagado? ¿Ya no es una carencia que pone en vilo nuestra existencia temporal y la llama a la relación?
En cierta ocasión se presentó el hombre ante el trono de Dios y le dijo: «¿qué te parece que es más duro, ser hombre o ser Dios?» – «Ser Dios es mucho más duro», respondió Dios. «Tengo que ocuparme de todo el universo, de los planetas, de las galaxias. Tú, en cambio, solo tienes que ocuparte de tu familia y de tu profesión».
Apuesto por contar historias de matrimonios estables y duraderos; los que viven una relación sexual y amorosa, los que se quieren, se ayudan, se motivan en el crecimiento personal, se acercan a su sueño de felicidad compartida, que los mantiene receptivos y activos.