Pasado ya un tiempo desde tu muerte, tus reflexiones siguen teniendo la misma frescura que el primer día.

Pasado ya un tiempo desde tu muerte, tus reflexiones siguen teniendo la misma frescura que el primer día.
Líbranos, de las interferencias de nuestro egoísmo para que vivamos abiertos interiormente al evangelio de Jesús.
Ven, Espíritu Paráclito, concede hoy a tu Iglesia, reunida en el Cenáculo, con María, la experiencia de Pentecostés.
Tu Palabra, Señor, es luz, no te alejes de nosotros, que estamos a oscuras.
Lo que importa es tu condición de buscadora de Dios a lo largo de toda tu existencia.
Hemos venido para oír tu voz que resuena como un grito silencioso en el corazón de todos los seres.
Danos la fuerza de tu Espíritu para responder con fidelidad a tu llamada.
Toda una existencia de unión mística y de misión eclesial, cuando sólo Dios es capaz de llenar tu horizonte.
Ojos que arden como lámparas votivas alumbrando el más profundo centro de nuestra alma.
Algunas sentencias tuyas ya no te pertenecen, circulan anónimas por los libros y la gente las cita de memoria.
Una bella y sencilla oración para recitar antes de la ‘Lectio Divina’