Mientras con toda la humanidad se acerca al confín de los dos milenios, la Iglesia, por su parte, con toda la humanidad de los creyentes y en unión con todo hombre de buena voluntad, recoge el gran desafío contenido en las palabras de la antífona Alma Redemptoris Mater sobre el «pueblo que sucumbe y lucha por levantarse» y se dirige conjuntamente al Redentor y a su madre con la invocación: ¡Socorre! (RM, 52).