En esta celebración penitencial, que es como una prolongación de la gracia del Bautismo, queremos unirnos también a la muerte y resurrección de Cristo.

En esta celebración penitencial, que es como una prolongación de la gracia del Bautismo, queremos unirnos también a la muerte y resurrección de Cristo.
Celebración para la Vigilia de la Inmaculada. Oramos juntos, contemplando a la llena de gracia y madre nuestra
Nuestro Señor Jesucristo siempre viene, nunca falla a la cita. Su venida es siempre una llamada, una invitación. Nuestro problema reside en que muchas veces no percibimos su llamada porque no estamos preparados para escucharla.
Vale la pena velar esta noche, disfrutar con la cercanía de esta Madre buena, María Inmaculada, porque ella nos devuelve la esperanza con su victoria sobre todo mal, nos motiva a vivir en actitud de respuesta, dignifica toda vocación de servicio y entrega.
Somos invitados en este encuentro a orar juntos. Y a orar bien. Tal vez la oración sea nuestra única fuerza, el único instrumento de que disponemos para mejorar cosas y hacer posible lo imposible. La vida de cada uno de nosotros y las de los hermanos y hermanas a quienes servimos son el campo donde el buen Sembrador siembra simientes de vida y santidad.
Hace poco otro claretiano, éste gran amigo mío, dejó el sacerdocio. Como siempre fue muy doloroso para todos. Como suele suceder, hubo comentarios diversos al respecto. Y, entre otras, escuché una frase que me desconcertó. Alguien interpretó esa salida diciendo: "Eso es muy humano".
En esta celebración penitencial, que es como una prolongación de la gracia del Bautismo, queremos unirnos también a la muerte y resurrección de Cristo.
Celebración para la Vigilia de la Inmaculada. Oramos juntos, contemplando a la llena de gracia y madre nuestra
Nuestro Señor Jesucristo siempre viene, nunca falla a la cita. Su venida es siempre una llamada, una invitación. Nuestro problema reside en que muchas veces no percibimos su llamada porque no estamos preparados para escucharla.
Vale la pena velar esta noche, disfrutar con la cercanía de esta Madre buena, María Inmaculada, porque ella nos devuelve la esperanza con su victoria sobre todo mal, nos motiva a vivir en actitud de respuesta, dignifica toda vocación de servicio y entrega.
Somos invitados en este encuentro a orar juntos. Y a orar bien. Tal vez la oración sea nuestra única fuerza, el único instrumento de que disponemos para mejorar cosas y hacer posible lo imposible. La vida de cada uno de nosotros y las de los hermanos y hermanas a quienes servimos son el campo donde el buen Sembrador siembra simientes de vida y santidad.