En 1999, cuando se decide la creación del euro, Grecia no puede sumarse a la moneda única. Pero los dirigentes franceses y alemanes se muestran ansiosos por asentar la reputación de la moneda única acogiendo al mayor número posible de países. Su objetivo es disuadir el ataque a los especuladores -¡ya entonces!-; por eso presionan a la Comisión Europea para que acepte a Grecia.
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