No podemos hacer que un momento de gracia suceda, sin embargo podemos trabajar en ponernos en una situación en la que ofrezcamos la menor resistencia para ser alcanzados por un momento de gracia.

No podemos hacer que un momento de gracia suceda, sin embargo podemos trabajar en ponernos en una situación en la que ofrezcamos la menor resistencia para ser alcanzados por un momento de gracia.
Cuando era un joven seminarista, a finales de 1960, estaba muy interesado en los escritos de Andrew Greeley, un sacerdote de Chicago, que escribía libros sobre espiritualidad popular.
La precipitación es nuestro enemigo. Nos pone bajo tensión, aumenta la presión arterial, nos hace impacientes, nos hace más vulnerables a los accidentes y, lo más grave de todo, nos hace ciegos a las necesidades de los demás.
En un libro maravilloso titulado “La Música del Silencio” David Steindl-Rast destaca cómo cada hora del día tiene su propia luz especial, y su propio y particular estado de ánimo, y cómo estamos más atentos al momento presente cuando reconocemos y honramos a estos " ángeles especiales" que están al acecho dentro de cada momento.
Hace varios años, en una conferencia a la cual asistía, el orador principal desafió a su audiencia de esta manera: Todos -señaló- somos miembros de distintas comunidades: vivimos en familias… En cada una de estas llegará un momento en el que se nos hará daño…
Recientemente apareció en un artículo en el New York Times escrito por Frank Bruni y titulado La Paga del celibato. La columna, aunque es provocadora, es justa. Lo más destacable son las preguntas difíciles y necesarias que el periodista hace.
En el núcleo de la experiencia, en el centro de nuestro corazón, hay anhelo. En todos los niveles, nuestro ser sufre dolores y vivimos llenos de tensiones.
"La Iglesia ha santificado pasiones extremas, bendijo el frenesí, ha aclamado la neurosis que había canalizado con anterioridad y nada, al parecer, podría detenerme en su puerta. Nada."
No podemos hacer que un momento de gracia suceda, sin embargo podemos trabajar en ponernos en una situación en la que ofrezcamos la menor resistencia para ser alcanzados por un momento de gracia.
Cuando era un joven seminarista, a finales de 1960, estaba muy interesado en los escritos de Andrew Greeley, un sacerdote de Chicago, que escribía libros sobre espiritualidad popular.
La precipitación es nuestro enemigo. Nos pone bajo tensión, aumenta la presión arterial, nos hace impacientes, nos hace más vulnerables a los accidentes y, lo más grave de todo, nos hace ciegos a las necesidades de los demás.