Hay dos grandes motivaciones dentro de nosotros: Una parte de nosotros se dirige hacia lo secular. Lo pagano tiene una realidad y poder tan abrumador que estamos casi indefensos ante su señuelo.
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Hay dos grandes motivaciones dentro de nosotros: Una parte de nosotros se dirige hacia lo secular. Lo pagano tiene una realidad y poder tan abrumador que estamos casi indefensos ante su señuelo.
Imagínese que es ciego de nacimiento y que esta viviendo en la edad adulta sin haber visto jamás la luz y el color. Entonces, a través de una operación milagrosa, los médicos son capaces de darle la vista. ¿Qué sentiría inmediatamente al abrir los ojos? ¿Asombro? ¿Perplejidad? ¿Éxtasis? ¿Dolor? ¿Una combinación de todo esto?
Vivimos con demasiado temor de Dios. Este temor tiene muchas caras, desde el miedo supersticioso de los ingenuos, al miedo legalista de los más escrupulosos, hasta el miedo intelectual de los muy sofisticados.
No es fácil discernir la voz de la verdad entre las muchas voces que nos llaman. De hecho, es difícil incluso discernir cuando somos auténticamente sinceros: ¿Quién soy realmente? ¿Cuál es mi verdadero y genuino interés?
Misticismo es una palabra exótica. Pocos de nosotros relacionamos el misticismo con la vida ordinaria, especialmente con nuestra propia experiencia. Sin embargo, el misticismo no es extraordinario, anormal, ó extraño, sino una importante experiencia ordinaria que se nos da a todos nosotros.
Cada año celebramos el “día del Padre,” un día en el que se nos invita de expresar la gratitud que deberíamos sentir hacia nuestros propios padres.
Hay dos grandes motivaciones dentro de nosotros: Una parte de nosotros se dirige hacia lo secular. Lo pagano tiene una realidad y poder tan abrumador que estamos casi indefensos ante su señuelo.
Imagínese que es ciego de nacimiento y que esta viviendo en la edad adulta sin haber visto jamás la luz y el color. Entonces, a través de una operación milagrosa, los médicos son capaces de darle la vista. ¿Qué sentiría inmediatamente al abrir los ojos? ¿Asombro? ¿Perplejidad? ¿Éxtasis? ¿Dolor? ¿Una combinación de todo esto?
Vivimos con demasiado temor de Dios. Este temor tiene muchas caras, desde el miedo supersticioso de los ingenuos, al miedo legalista de los más escrupulosos, hasta el miedo intelectual de los muy sofisticados.
No es fácil discernir la voz de la verdad entre las muchas voces que nos llaman. De hecho, es difícil incluso discernir cuando somos auténticamente sinceros: ¿Quién soy realmente? ¿Cuál es mi verdadero y genuino interés?
Misticismo es una palabra exótica. Pocos de nosotros relacionamos el misticismo con la vida ordinaria, especialmente con nuestra propia experiencia. Sin embargo, el misticismo no es extraordinario, anormal, ó extraño, sino una importante experiencia ordinaria que se nos da a todos nosotros.