Nada se asemeja tanto al lenguaje de Dios como el silencio. Lo dijo el maestro Eckhart. Y entre otras cosas, nos dice que hay un trabajo de profundización interior que sólo puede hacerse en el silencio, a solas, en la intimidad.
Autor
Ron Rolheiser
El declive del perdón
En un número reciente de la revista Comment, Timothy Keller, teólogo y pastor de la Iglesia Presbiteriana del Redentor en la ciudad de Nueva York, escribió un perspicaz artículo titulado "El declive del perdón", en el que destaca cómo, cada vez más, el perdón está siendo visto como una debilidad y una ingenuidad.
Complejidad y paradoja
Leyendo recientemente las Cartas de Dorothy Day, me topé con esta frase, "sin duda necesitamos un Savonarola así como un San Francisco". Ella hablaba de lo que la espiritualidad necesita para ser sana y equilibrada. Eso desencadenó algo dentro de mí, algo que nunca he podido resolver.
¿Quien está cerca del corazón de Dios?
¿Quién tiene la simpatía de Dios? ¿Por quién debemos rezar especialmente? ¿Para quién debemos pedir la bendición de Dios? Estamos en medio de los Juegos Olímpicos. Lo que vemos allí son los cuerpos más sanos del mundo, bellamente adornados con coloridas lycras y sonrisas juveniles.
¿Se puede demostrar que Dios existe?
Escribí mi tesis doctoral sobre el valor de varios argumentos filosóficos que intentan demostrar la existencia de Dios. ¿Puede existir tal prueba? Filósofos brillantes, desde Anselmo, pasando por Aquino, por Descartes, hasta intelectuales contemporáneos como Charles Hartshorne, sostienen que la existencia de Dios puede ser probada a través de argumentos racionales.
¿Puede la tierra gritar?
¿La tierra siente dolor? ¿Puede gemir y gritar a Dios? ¿Puede la tierra maldecirnos por nuestros crímenes? Parecería que sí, y no sólo porque lo dicen los ecologistas, los moralistas y el Papa Francisco. La misma Escritura parece decirlo.
Atar y desatar
Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Estas palabras de Jesús se aplican no sólo a los que están ordenados al ministerio y administran el sacramento de la Reconciliación, sino a todos los que formamos parte del cuerpo de Cristo. Todos tenemos el poder de atar y desatar.
En el exilio – Registrando un aniversario
Hace cuarenta años, en noviembre de 1982, empecé a escribir esta columna mientras estudiaba doctorado en Bélgica. Elegí llamarla “En el exilio” por dos razones. Superficialmente, elegí este título porque estaba viviendo en Europa, lejos de gran parte de lo que consideraba mi hogar. Aun cuando no pretendía ser Robert Browning escribiendo Home-Thoughts, From Abroad (Pensamientos de casa. Desde el extranjero), sí que tuve una satisfacción de amateur en el pequeño paralelo.
Adicción al trabajo y codicia
Sólo hay una adicción por la que se nos alaba: el exceso de trabajo. Con cualquier otra adicción, los interesados buscan meterte en una clínica o en un programa de recuperación, pero si tu adicción es el trabajo, generalmente se ve como una virtud. Sé de lo que hablo.
Derrochando la misericordia de Dios
Poco después de la ordenación, haciendo un trabajo de sustitución en una parroquia, me encontré en una rectoría con un santo y viejo sacerdote. Tenía más de ochenta años, estaba casi ciego, pero era muy solicitado y respetado, especialmente como confesor. Una noche, a solas con él, le hice esta pregunta: "Si tuviera que volver a vivir su sacerdocio, ¿haría algo diferente?"
Nuestros verdaderos demonios
¿Qué hay en una imagen? Una imagen puede grabarse de forma indeleble en nuestra conciencia, de modo que no podemos imaginar una cosa si no es de una forma determinada. Tomemos, por ejemplo, el famoso cuadro de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Hoy en día, si cierras los ojos e intentas imaginarte la Última Cena, esa imagen te vendrá espontáneamente a la mente, aunque los estudiosos nos aseguran que no es así como Jesús y sus discípulos habrían estado sentados en esa comida.