En los Centros Penitenciarios el silencio impera cuando se ve o se escucha que a alguien se le ha apuñalado o atacado.
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En los Centros Penitenciarios el silencio impera cuando se ve o se escucha que a alguien se le ha apuñalado o atacado.
Todavía queda un gran grupo de hombres y mujeres empeñados en ser buenos, en hacer más habitable esta tierra, siendo ya ellos un trocito de cielo.
A muchas personas se les ha endurecido tanto el corazón que casi han perdido la sensibilidad para obrar el bien y no tienen fuerzas para emprender un camino de vuelta a la verdadera libertad, al amor primero.
De nuevo las personas se quedan sin defensa, a la intemperie, sólo con lo puesto y con la tristeza de tener que emigrar a otra zona.
Adolescentes y jóvenes que a través de la violencia, el robo, el secuestro,…implantan la ley del miedo, de la inseguridad y del temor en la población.
La plaga de la corrupción crece imparablemente y llega incluso a formar parte de la cultura y hasta del cotidiano vivir del pueblo.
Mis manos no han estado solas, han encontrado calor y abrigo, fortaleza y cariño. Se han sentido acompañadas, ayudadas, guiadas por otras manos.
Preocupados por el clima de violencia que se respira en la sociedad, no se cruzan de brazos; se manifiestan, protestan, asumen los retos de edificar una sociedad mejor.
Se pretende que los niños aprendan a creer y crecer con valores y los puedan vivir conforme a sus edades y posibilidades.
En los Centros Penitenciarios el silencio impera cuando se ve o se escucha que a alguien se le ha apuñalado o atacado.
Todavía queda un gran grupo de hombres y mujeres empeñados en ser buenos, en hacer más habitable esta tierra, siendo ya ellos un trocito de cielo.