El Angelus de aquel Domingo de Pascua estaba abarrotado, como suelen ser todos los Angelus en este pontificado. Y ahí, en medio de la plaza de San Pedro, comienza un pequeño revuelo. Todo respondía a que al papa Francisco se le había ocurrido regalar a los asistentes unos evangelios. Con el regalo, una recomendación: «¡Léanlo todos los días!
