Nuestro dinero, nuestra vida, tiene una finalidad clara: ayudar a los demás, sobre todo si son pobres.

Nuestro dinero, nuestra vida, tiene una finalidad clara: ayudar a los demás, sobre todo si son pobres.
Efectivamente, todo es gracia; y la gracia nos iguala a todos en el amor.
Cuantos formamos la Iglesia, debemos evocar constantemente el perdón que nos otorga Cristo y las exigencias de la vida fraterna.
A los ojos de Dios, es decir, conforme a lo que dice la Ley, ¿es lícito pagar tributo al César o no?.
El evangelista Mateo también conoce el dinero de los impuestos y toma postura ante él.
Es posible que nuestra vida, pese a nuestro voto de pobreza, se muestre titubeante: ¿a qué altar acudir?
Tal vez sea fácil vivir sin dinero o propiedades. Algo más difícil es entregar nuestro tiempo y nuestras cualidades, nuestro ser.
Nuestro dinero, nuestra vida, tiene una finalidad clara: ayudar a los demás, sobre todo si son pobres.
Efectivamente, todo es gracia; y la gracia nos iguala a todos en el amor.
Cuantos formamos la Iglesia, debemos evocar constantemente el perdón que nos otorga Cristo y las exigencias de la vida fraterna.
A los ojos de Dios, es decir, conforme a lo que dice la Ley, ¿es lícito pagar tributo al César o no?.