Comentario al Evangelio del 16 de julio de 2024

Fecha

16 Jul 2024
Finalizdo!

La llamada de Dios y la (no) respuesta

Dios llama y nosotros respondemos…, o no. La llamada de Dios no se impone, porque Él respeta nuestra libertad. Pero no deja de avisarnos, de llamarnos, a veces a gritos, o recriminándonos con severas advertencias. La seriedad de la llamada tiene que ver con la gravedad del asunto: no podemos subsistir para siempre, nuestra vida desligada de su fuente se disuelve en la nada, está condenada a la muerte. Esta llamada de Dios se ha encarnado en Cristo, por lo que se realiza en un lenguaje que podemos entender, de modo que no hay excusas.

Las duras palabras de Jesús no son una amenaza: no es que vayan a ser arrojados al abismo como castigo los que no acogen la llamada de Jesús (con palabras y con signos de salvación), sino que a lo que nos llama es precisamente a no encaminarnos nosotros mismos hacia el abismo a causa de nuestra contumacia, nos llama a seguir las sendas que conducen a la vida, a la comunión con Dios, a la salvación.

Vivimos tiempos de contumaz rechazo de la llamada de Dios, de sordera para con su palabra y de ceguera para con sus signos. Nuestra respuesta creyente no debe ser volver la espalda a los que rechazan a Cristo con temor, indiferencia o desprecio, sino seguir hablando con caridad, claridad y valor, acompañando esas palabras (que a veces deberán ser fuertes y duras), con signos, milagros de obras buenas, que testimonian la presencia de Dios entre nosotros. Para ello, debemos examinarnos de hasta qué punto estamos acogiendo la Palabra de Dios y dejándola actuar entre nosotros. Y es que lo que debemos decir al mundo como testimonio del Evangelio, nos lo decimos a nosotros mismos: “si no creéis no subsistiréis”.

Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señor del Carmen. María es para nosotros un ejemplo transparente de cómo responder a la llamada de Dios, de cómo acoger la Palabra que Dios nos dirige. Y en el espejo de María vemos cómo ha habido santos que han tratado de responder a esa misma llamada con prontitud y generosidad. Uno de ellos, San Antonio María Claret, fundó hoy hace 175 años, junto con un pequeño grupo de sacerdotes, la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, más conocidos como misioneros claretianos. Para nosotros, miembros de esta familia religiosa, es hoy motivo de acción de gracias y de renovación de ese empeño misionero, que es respuesta a la llamada de Dios a ser, como María, servidores de la Palabra.

Cordialmente,

José M. Vegas cmf

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