Comentario al Evangelio del día 11 de julio de 2024. San Benito
Sin coste habéis recibido
“Porque tú lo vales”; “No nos merecemos esto”; “Te lo mereces”… Son frases muy comunes y aceptadas, pero terriblemente irritantes. ¿Qué se merece o qué se vale si no es por lo que se ha recibido? Las buenas acciones no acumulan merecimientos, sino que son más bien respuesta a lo recibido. ¿De dónde viene el tiempo, el talento, las cualidades? Ciertamente, no se han adquirido, ni se ha trabajado para conseguirlas. Dios no da dones como premio a la bondad, sino como acicate a ella. No se ama porque se sea bueno, sino que uno se hace bueno al amar. Por eso, el “lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis”, no es una llamada a una generosidad heroica, sino más bien una recomendación meramente retórica. ¡Claro! ¿Qué otra cosa se podría hacer con lo recibido gratis? Gratis y gracia tienen la misma raíz y se trata de don. Desgracia es estar fuera de ese don. Así que se podría considerar desgracia el no entregar lo recibido; el no hacer circular el don.
Hoy celebramos la memoria de san Benito. Es conocido el “Ora et labora” de su regla, que casi se puede traducir como “Recibe la gracia (en la oración) y entrégala (con el trabajo). Alimentar el don gratuito en la oración y entregarlo con el don de uno mismo. También es conocido el carisma benedictino de la hospitalidad. «Todos los huéspedes que vienen al monasterio deben ser recibidos como Cristo, pues un día dirá: «Fui huésped y me acogisteis» (Mt 25, 35)» (n. 1). Venit hospes, venit Christus. De nuevo: “Dios te ha recibido y al mismo tiempo, ha hecho en ti su morada…” Benito entendió bien esa dinámica de recibir el don de Dios y entregar el don de Dios. Todo, consecuencias lógicas más que merecimientos. La virtud se adquiere practicando el don, haciendo que no muera. Es verdad que la virtud se cultiva, pero es porque no hay que perder el regalo. Pero es regalo, no precio, ni recompensa, ni salario. Lo bello de esto es que, así como los regalos materiales que se re-regalan se pierden, este regalo permanece porque aumenta. No se pierde el regalo: más bien hay que hacer vivir el don dando si es que no se quiere perder el auténtico don, el definitivo, que es la vida eterna con Dios.
Cármen Aguinaco