Comentario al Evangelio del día 11 de mayo de 2024
Querido amigo/a:
Mañana celebramos la Ascensión del Señor. Jesús se despide de sus discípulos, es necesario que se vaya para que pueda enviar al Espíritu Santo. Nos vuelve a recordar que no estamos solos, que podemos “pedir aquello que necesitemos para que nuestra alegría sea completa”. Bien es cierto que el Padre sabe lo que necesitamos e incluso sabe, mejor que nosotros, lo que más nos conviene. Entonces, ¿para qué pedir? La oración de petición es una verbalización, una forma de expresar al “Padre que nos quiere” -como nos recuerda Jesús en el evangelio-, que estamos en sus manos, que contamos con Él, que queremos que tenga una palabra sobre nuestra vida. La oración de petición nos ayuda a nosotros a tener conciencia de que tenemos un Padre que nos ama y que le podemos confiar hasta lo más íntimo de nuestro corazón.
Desde esta confianza continúa Pablo con sus correrías misioneras, anunciando a tiempo y a destiempo a Jesús, el Cristo. En el pasaje del libro de los Hechos que hoy nos presenta la liturgia nos encontramos con un personaje curioso: Apolo. De él sospechamos que pudo ser uno de tantos conversos que, provenientes del judaísmo, comenzaban a dar pasos en la fe con sus dudas y errores. Son dos mujeres, Priscila y Áquila, las “catequistas” que le explican cuidadosamente el camino de Dios, después de escucharlo en la sinagoga. Nos dice el texto que, tras las correcciones de estas dos mujeres, Apolo “contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías”.
En nuestra oración de hoy demos gracias a Dios y pidamos por tantos hombres y mujeres catequistas que con su entrega y servicio –como Priscila y Áquila-, hacen posible que pueda brotar la fe en muchos niños, jóvenes y adultos. Nuestra Iglesia sigue necesitando que Jesús sea anunciado para que pueda ser conocido, y desde ese conocimiento pueda ser amado, porque nadie ama lo que no conoce; y desde ese amor pueda ser servido, servir a Cristo en el hermano. Gracias catequistas por vuestro trabajo y afán.
Señor, te vas, pero estás siempre con nosotros. Nunca olvidamos que tu amor hace posible que nuestro corazón lata esperanzadamente cada mañana. Que sintamos cada día de nuestra vida que Tú estás siempre con nosotros hasta el final de los tiempos. Amén.
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.