Comentario al Evangelio del día 12 de Noviembre de 2024
Es sabido que hay que ir con cuidado en los negocios y el mayor negocio que tenemos entre manos es nuestra salvación. Sucede que, en ocasiones, creemos que hemos actuado bien, con caridad, humildemente, con valentía, sensatez, etc.… Y, por eso, esperamos algún premio e incluso lo reclamamos. Como si Dios estuviese obligado a agradecer nuestra bondad. Pero la situación es otra: si hemos hecho algún bien es porque el Señor nos amó primero y porque sí, porque Dios es amor, no por nuestros méritos.
Jesús deja clara la cuestión cuando nos dice: “sin Mí no podéis hacer nada”. Nada verdaderamente eficaz para el Reino de los cielos. Evidentemente, podemos producir cosas buenas y óptimas. Pero lo que hacemos, ¿da fruto? ¿es evangélicamente fecundo?
No reclamemos premios que ya se nos han otorgado gratuitamente. “Lo que hiciereis con uno de estos más pequeños conmigo lo hacéis”, dice Jesús. Y también: “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis…”
Seguir a Jesucristo, servirle en los más pequeños (bien mirado ¿hay algún ser humano que no sea, en el fondo un pequeño desvalido?). Permanecer unidos a Él como los sarmiento a la vid es ya un don que recibimos sin ningún merecimiento. Siervos inútiles somos y como exhorta Pablo en la carta a Tito “llevemos una vida sobria, justa y piadosa aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo».
Virginia Fernández