Comentario al Evangelio del día 18 de Noviembre de 2024

Fecha

18 Nov 2024
Finalizdo!

En la actualidad las basílicas de san Pedro y de san Pablo en Roma son dos edificios insignes de la ciudad. Su presencia nos recuerda a estos dos personajes que tanta influencia tuvieron en aquellos primeros días de la Iglesia. Pero la verdad es que ninguno de los dos frecuentó mucho los templos ni las basílicas ni las iglesias. Los dos anduvieron mucho por los caminos. Viajaron de un lado para otro. Hablaban con las gentes con que se encontraban de su experiencia de Jesús. De cómo les había cambiado la vida. De la esperanza que les había comunicado. De cómo esa esperanza se convertía en amor fraterno, en cuidado de unos por otros. De cómo las diferencias entre personas que tanto nos gusta acentuar se rompen, se quiebran y desaparecen. Ya no hay judío ni gentil, ni griego ni romano, ni hombre ni mujer, ni libre ni esclavo. Todos somos hijos en el Hijo. Sin excepción. Era un mensaje sencillo pero revolucionario al mismo tiempo. Rompía los moldes de la sociedad de su tiempo. Pero lo hacía sin armas, sin violencia. Lo hacía con la fuerza del amor. Ahí nos queda como testimonio el capítulo 13 de la primera carta de Pablo a los Corintios.

Es terrible, cuando echamos una mirada a nuestra historia, lo que hemos hecho con ese mensaje tan sencillo y tan lleno de Dios. Ciertamente hemos construido iglesias, basílicas y catedrales. Tenemos un culto solemne lleno de ritos, incienso a veces, y salmos y cánticos. Pero esa historia está también llena de sangre, de esclavitud, de violencia entre los hermanos. La fe ha servido a veces no para hermanar sino para marcar diferencias y distancias. La fe ha bendecido ejércitos que han creado muerte y destrucción. En nombre de la fe se han hecho barbaridades sin nombre.

Pero no hay que desesperar. Estamos a tiempo, como siempre lo hemos estado, de retomar aquel mensaje sencillo, breve, práctico, vital: Dios es amor. Nosotros somos hermanos. Y obrar en consecuencia. A lo largo de estos veinte siglos siempre ha habido personas que se han dejado llenar por un Dios así entendido. Jesús les ha llegado al corazón y han obrado en consecuencia. Unámonos a esa historia y dejemos de lado la violencia que rompe la fraternidad. Esa es la mejor manera de celebrar la fiesta de Pedro y de Pablo.

Fernando Torres, cmf