Comentario al Evangelio del día 26 de julio de 2024
La antífona de entrada en la Liturgia eucarística de hoy nos invita a alabar a Joaquín y Ana por su hija “porque el Señor les dio la bendición de todos los hombres”. Y la colecta se refiere a los mismos santos a quienes Dios concedió la gracia de que naciera de ellos la Madre del Hijo encarnado.
Por otra parte el Evangelio es la explicación de la parábola del sembrador que escuchamos hace poco. Pues bien, María, hija, según la tradición de Joaquín y Ana, es el prototipo de la Iglesia, la primera discípula de Jesús, la llena de gracia que acepta la Palabra. Con su Fiat se realiza la Encarnación. Ciertamente, la bendición de toda la humanidad.
Ella es la “tierra buena” que, recibiendo la gracia, da frutos abundantísimos. Jesús es Hijo de Dios, hijo de una mujer, esa de quien decimos que es el orgullo de nuestra raza. En su obra Los milagros, C.S. Lewis dice de María: “… el pequeño punto brillante como la punta de una lanza. Hay una joven israelita en oración. Toda la humanidad (en lo que afecta a su redención) se ha estrechado hasta ese extremo.” El ciento por uno de la parábola es el fruto de la tierra buena que es María. La que escuchó y entendió la palabra. Entendió, con un conocimiento interior, que Dios le pedía su disponibilidad para algo extraordinario. Y aceptó. Es tierra buena…
La explicación de la parábola nos invita a ser tierra buena, previniéndonos de lo que, procedente del maligno, de nuestras torpes inclinaciones, del ambiente que nos rodea, nos incapacita para dar fruto. Nos invita a disponer el corazón para acoger su palabra. “Arranquemos las espinas, preparemos el terreno, recibamos la simiente, perseveremos hasta la siega…” exhortaba San Agustín. Y me parece que este santo, muy avezado en el conocimiento propio, con estas y otras palabras nos anima a conocernos y discernir que es lo que nos impide acoger el mensaje: nuestra superficialidad comodona, nuestra voluntad débil, nuestras tendencias negativas arraigadas, nuestra falta de voluntad y constancia en la oración y en el servicio… Sin Mí -dijo Jesús- no podéis hacer nada. Con Él lo podemos todo, hasta convertir nuestro terreno infértil en huerto fecundo. Como María, digamos hágase en mi tu voluntad.
Virginia Fernández