Comentario al Evangelio del día 26 de Octubre de 2024

Fecha

26 Oct 2024

Queridos amigos y amigas:

Las lecturas de hoy nos ofrecen reflexionar sobre el llamado a la conversión y la construcción del Cuerpo de Cristo. En la primera lectura, San Pablo nos recuerda que cada uno de nosotros ha recibido un don, una gracia particular, según la medida del don de Cristo. Esta diversidad de dones no es para nuestro beneficio personal, sino para edificar el cuerpo de Cristo, la Iglesia. Algunos han sido llamados a ser apóstoles, otros profetas, evangelizadores, pastores o maestros, pero todos contribuyen al crecimiento del Cuerpo en la unidad y en el amor.

Pablo nos insta a madurar en nuestra fe, para no ser arrastrados por “todo viento de doctrina” o engañados por las trampas del error. La madurez espiritual implica un compromiso con la verdad y el amor, que nos permite crecer hacia Cristo, quien es la cabeza. Cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene un papel crucial, y cuando cada parte actúa según su don, el Cuerpo crece en unidad y se construye en el amor.

El evangelio complementa este mensaje con una llamada clara a la conversión. Jesús utiliza dos tragedias recientes –la muerte de los galileos y el derrumbe de la torre de Siloé– para enseñar que no debemos interpretar los desastres como castigos específicos por los pecados. Más bien, estas situaciones nos llaman a la conversión personal. Todos necesitamos convertirnos, sin pensar que los demás son más culpables o peores que nosotros.

La parábola de la higuera es una poderosa imagen de la paciencia y misericordia de Dios. Aunque la higuera no ha dado fruto durante tres años, el viñador intercede para darle una nueva oportunidad. Esto nos habla del tiempo de gracia que Dios nos ofrece para arrepentirnos y dar frutos en nuestra vida. No es un tiempo ilimitado, pero es una invitación a aprovechar la oportunidad de transformar nuestra vida, con la ayuda de su gracia, antes de que sea demasiado tarde.

Así, ambas lecturas nos invitan a la acción. Por un lado, a reconocer y usar nuestros dones para edificar el Cuerpo de Cristo, y por otro, a abrir el corazón a la conversión. Dios nos da tiempo y oportunidades para crecer, para cambiar, para dar frutos en el amor y en el servicio. No dejemos pasar este tiempo de gracia. Vivamos nuestra vocación cristiana con responsabilidad y amor, y estemos siempre dispuestos a convertirnos y crecer en nuestra relación con Dios, con los demás y con toda la creación.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

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