Comentario al Evangelio del día 3 de julio de 2024

Fecha

03 Jul 2024

A veces convertimos la historia de una persona en un solo hecho. Eso es lo que le define. Ya casi da lo mismo lo que luego haga de bueno o de malo. Aquel hecho marca lo que es. Es como un molde del que la persona no puede salir. Si lo que hizo en aquel momento fue bueno, pues ya será bueno para siempre. Y si lo que hizo fue malo, ya malo para siempre y para todo lo que haga. Es decir, “coge fama y échate a dormir.”

Eso la pesa a santo Tomás. Es apóstol. Es de aquellos primeros a los que eligió el señor. De los doce. Los especialmente elegidos. Los que iban a ser los fundamentos de su iglesia. Pero Tomás ha pasado como el hombre de la poca fe. Aquel momento en que se encontró con Cristo resucitado y puso por delante, con total sinceridad, sus dudas, es lo que ha definido su vida y el recuerdo que tenemos de él.

Pensemos que lo mismo nos pasa con Pedro, el líder de los apóstoles. Ha pasado a la historia como el primer papa. Todo son para él honores y glorias. Y hemos dejado de lado sus momentos negros, oscuros, sus dudas… Todo eso parece que no pesa nada en nuestros recuerdos. Sirve a lo más para una breve meditación sobre la fragilidad de la persona. Pero se olvida rápido para centrarnos en que Jesús le eligió para ser la roca, el cimiento firme de la iglesia.

Tendríamos que hacer el esfuerzo por dejar de lado los prejuicios con los que tantas veces encasillamos a las personas. Ni Tomás fue solo el de las dudas ni Pedro el hombre ardiente y lleno de fe líder genial de la primera iglesia. La vida es más compleja y ambigua. Está llena de momentos diversos, de fracasos sonados y genialidades. Tomás fue uno de los doce, siguió a Jesús. Como los demás, en el momento de la cruz, asustado, salió corriendo. Pero luego volvió. Y como los demás predicó el reino. Con sus limitaciones, con sus ambigüedades, fue fiel a su misión. Como nosotros, como todos.

Conclusión: liberémonos de prejuicios y miremos a nuestros hermanos y hermanas, y a nosotros mismos, con los ojos de amor y compasión con que nos mira Dios.

Fernando Torres, CMF

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