Comentario al Evangelio del día 30 de Octubre de 2024
Entrar y quedarse
La hospitalidad de Dios es infinita y magnífica. Parece tener una puerta no ya ancha, sino ni siquiera puerta. No hay límites: todo está abierto amplia y generosamente. Pero hoy se habla de puerta estrecha y esto parece algo un poco contradictorio. Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Es casi como decir, no penséis que entráis por derecho ni que podéis abusar de la bondad de Dios. Porque la hospitalidad infinita de Dios supone una serie de opciones de seguimiento. No entrarán (aunque no haya puerta) quienes pretendan construir la casa a su medida; quienes se empeñen en que, el que no haya puerta, quiera decir carta abierta para hacer el mal. No entrarán quienes no hayan extendido a su vez, la hospitalidad al Dios que viene y pide verdad, bondad, belleza, justicia, generosidad, seguimiento sacrificado. La hospitalidad de Dios tiene dos vías. Entramos en Dios y tenemos que dejar a Dios entrar.
En el pasaje de Lucas hay también una acusación velada a quienes se creen que ya están dentro, que tienen derecho a estar dentro y que son los elegidos de Dios… vendrán otros (vendrán de oriente y occidente); es decir, vendrán los que no se han creído depositarios de la justicia de Dios pero han hecho el bien y han querido entrar por la puerta estrecha de la generosidad, la compasión y el sacrificio, la abnegación, paz. Los que han dejado entrar la bondad, la belleza y la verdad de Dios en su vida. Los otros, por mucho que pensaran que ya estaban dentro o que no había puerta y podrían tener una vida a su propia medida; los que se sentían con el derecho y todos los privilegios, no podrán entrar. No se salvarán, no porque Dios cierre puertas, sino porque se han negado a entrar por las puertas de Dios, estrechas y abiertas al mismo tiempo. Y porque se han negado a dejar entrar al Dios que pide verdad, justicia, bondad, generosidad, servicio y desprendimiento de uno mismo.
Cármen Aguinaco