Comentario al Evangelio del día 6 de julio de 2024

Fecha

06 Jul 2024

Mira que hay gente en la iglesia que vive con el pesimismo como compañero permanente de viaje. Son los que están pensando siempre que cualquier tiempo pasado fue mejor. Ahora es todo malo. En sus vidas parece que lo que domina es el pecado y que, por lo tanto, hay que estar pidiendo continuamente perdón a Dios. Y tal como piden perdón no parecen estar seguros de que lo vaya a conceder. Hay que hacer muchas penitencias y oraciones para conseguirlo. Tal y como practican su fe, se diría que el cristianismo es una religión triste, que está reñida con cualquier tipo de alegría. Seguro que si pensamos un poco, encontramos personas de este tipo a nuestro alrededor. Todo es penitencia, todo es dolor, todo es como un sufrir permanente. Y viven con la amenaza constante de la condenación. La vida se convierte en una cuesta arriba continua, una pendiente resbaladiza donde amenaza siempre la caída en el pecado.

Pero “¿es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?” Y nosotros sabemos seguro que el Señor resucitó, que su resurrección es esperanza de vida para nosotros. Si algo tenemos claro los que creemos en Jesús es que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo para salvarnos”. Y el amor de Dios es por supuesto más fuerte que cualquiera de nuestros pecados. Ahora ya no estamos solos. Tenemos un compañero de camino, Jesús, que conoce nuestras debilidades, que se hizo uno de nosotros, que nos salva allá donde nosotros no vemos ninguna posibilidad.

De repente, se nos hace claro que el cristiano no puede ser pesimista, que el optimismo, la esperanza y la sonrisa están en su ADN, hasta en el peor de los momentos. Porque creemos en Jesús y él es nuestra esperanza. Nuestra vida ya está en otra dimensión. La gracia está actuando en nosotros, aunque no veamos nada. Conclusión: vamos a tirar por la borda todo lo que huela a pesimismo, tristeza o angustia en nuestra vida. Y vamos a vivir llenos de esperanza, con la sonrisa en el rostro. Porque Dios está con nosotros y no nos va a dejar de su mano. Nunca.

Fernando Torres, cmf

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