Comentario al Evangelio del día 7 de agosto de 2024
Emprender un viaje siempre indica un deseo de algo; se emprende un viaje para disfrutar, descansar, reponer fuerzas, encontrarse con alguien, buscar una vida mejor, escapar de un peligro… Supone deseo y confianza en que se va a lograr lo que se desea. A veces también un enorme sacrificio que parece que merece la pena a la vista de lo que se espera. En la primera lectura de hoy se habla de que el Señor restaurará a quien viene de lejos. Y en el evangelio se habla de una mujer extranjera, de fuera del pueblo de Israel. Gente que se pone en camino por el deseo de algo mejor. Pero, para obrar el milagro de la sanación, Jesús pide constancia del deseo. No para él, que ya lo conoce, sino para quienes escuchan. Son ellos quienes necesitan escuchar este diálogo (con sus propios argumentos), para que Jesús les pueda dar una lección. Desmonta los argumentos para poner de manifiesto la fe de la mujer extranjera que da mil vueltas a la de sus seguidores y los maestros de la ley. Pone trabas, medio burlonamente, haciendo un juego al que la mujer sirofenicia se presta como cómplice. Normalmente solo se bromea con quien se tiene confianza. Y Jesús parece que tenía una cierta confianza e incluso un principio de amistad con la mujer. La mujer responde con la misma confianza y un aplomo extraordinario. Entiende el humor de Jesús y le desafía. Demuestra una fe y un deseo que Jesús ya conoce, pero que quiere que aprendan los de alrededor. La persona para la que se pide el milagro ni siquiera está presente. La fe y la confianza de una madre que viene de lejos y a la que los discípulos querían enviar de regreso y de balde, la que aparentemente va arrancar el milagro de Jesús. Aparentemente, porque Jesús ya lo sabía.
Jesús, en realidad, no está poniendo a prueba a la mujer, sino a quienes pensaban que lo sabían todo. Está reforzando el mensaje de la primera lectura e invitando a “llegar de lejos”, es decir, de la falta de fe y confianza a una confianza sin prejuicios. Está invitando a sus amigos y a los maestros de la ley a regresar desde la lejanía de su propia seguridad en sí mismos y falsa confianza. Es la invitación que se nos hace hoy a todos. Regresar de nuestra propia lejana autosuficiencia y aceptar entrar en el juego que demuestra nuestro deseo de sanación. Aceptar nuestra propia “extranjería” y las migajas de salvación milagrosas y multiplicadas que nos ofrece Cristo. Volver a entrar en su verdadero pueblo.
Carmen Aguinaco