Comentario al Evangelio del día 9 de agosto de 2024

Fecha

09 Ago 2024
Finalizdo!

Para la mayoría de la gente, el dinero es muy importante; también lo es el propio prestigio y fama personal; y para los políticos, el poder parece ser lo más importante. A menudo las tres cosas van unidas en lo que se llama “estar en la cima del mundo; estar montado en el dólar; haber llegado muy lejos”. Les va bien en la vida. Todo parece perfecto. Y lo sería si no fuera porque, a menudo, en el proceso de alcanzar todo eso se deja atrás la propia identidad, la propia alma. Se puede comenzar por pequeñas traiciones a los propios principios: una mentira en el curriculum para ascender, otra quizá para pasar por delante de un compañero; una obsesión con el trabajo que lleva a descuidar a la familia o a abandonar relaciones; pequeñas corruptelas y amaños… Al final, es posible que uno no se reconozca a sí mismo. Pensará que ha tenido éxito, que ha ganado, que es más listo que nadie… Pero está hueco, porque poco a poco ha ido cediendo trozos de su humanidad. Pierde la decencia, la verdad, y al final, la propia dignidad. Entra en un mundo de oscuridad cegado por las luces y el brillo de su éxito. Un éxito que pasará. Un éxito probablemente abocado al tremendo fracaso de la culpa y el descrédito histórico.

¿De qué sirve? A los ojos del mundo, parece haber servido muchísimo. Pero, según Jesús eso es equivalente a la muerte. Ha perdido su alma que es lo que da vida. Es decir, ha perdido su vida. Es decir, una persona con poder, prestigio, dinero, podría estar paseando por el mundo en medio de aplausos, de seguidores, de brillo, y en el fondo ser como un zombi. Sin identidad, sin alma, sin vida. Y sigue la lectura, ¿qué se podrá dar para recobrar la vida? Simplemente dar marcha atrás no parece muy viable, pero ya se ha otorgado una garantía: Dios da vida y muerte. Es la fuerza de la resurrección. La promesa está en la primera lectura de hoy: “El Señor restaurará su viña…” Pero tiene que haber la voluntad de tomar la cruz y seguirle. Tomar la cruz podría querer decir no tener tantas cosas materiales, ni tanto brillo en el mundo. Podría querer decir volverse a la luz de la verdad, de lo recto, de la dignidad personal que no renuncia a principios. Paradójicamente, ahí está la vida y toda la riqueza. Ahí está el verdadero triunfo. Ahí está la propia identidad, que es la dignidad de ser hijos de la luz y de la Vida.

Carmen Aguinaco

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