Comentario al Evangelio del Domingo 13 de Abril de 2025
Realmente, este hombre era justo.
Queridos hermanos, paz y bien.
Parecía lejos, muy lejos, cuando empezamos la Cuaresma, allá por el cinco de marzo. Pero ya hemos llegado al Domingo de Ramos. Cada uno sabe cómo ha pasado este tiempo. Lo más importante es caer en la cuenta de que, cada año, se actualiza la Pasión de Cristo. Hay toda una semana para prepararse para la madre de todas las Vigilias. No perdamos la oportunidad de encontrarnos con el Señor como Él se merece.
Las lecturas de hoy son bastante densas. Desde el siervo sufriente, imagen del mismo Cristo, pasando por la bella descripción que hace san Pablo de la entrega de Jesús, hasta el relato de la Pasión, según san Lucas. Conocemos la historia, porque la hemos escuchado muchas veces, pero la vamos a volver a escuchar, porque así se renueva la Pasión de Cristo en cada uno de nosotros.
Jesús es el siervo sufriente. Desde siempre se le ha identificado, porque Él también pasó por todo lo que pasó el siervo. Y muestra coraje hasta el final, sin echarse atrás. Obedeció al Padre, y cumplió su misión por Él. Igual que el siervo del Señor, Jesús ha estado siempre a la escucha del Padre, ha tenido palabras de consuelo y esperanza, ha estado siempre cerca de los pobres y marginados, y ha terminado como el siervo de Isaías.
Es importante recordar que hoy hay también héroes, mártires, que siguen viviendo la experiencia del Siervo del Señor. Y, lo más importante para cada uno de nosotros: todos los creyentes tenemos que mantenernos a la escucha de la Palabra, traducir en hechos lo que hemos escuchado y estar preparados, para cargar con las consecuencias de las decisiones tomadas libremente.
Porque Jesús se entregó libremente por nosotros. En Filipenses, San Pablo, en uno de los pasajes más sorprendentes de la Biblia, describe cómo Jesús abandonó sus privilegios divinos para tomar la condición de siervo, para humillarse, para morir en una cruz. Nosotros no somos divinos, nosotros mismos nos humillamos en muchas cosas, para nosotros la muerte es inevitable. Pero no fue así con Cristo. El Hijo se hizo humano y escogió ser humillado y morir. Para nosotros, al contrario, la humillación y la muerte son parte de nuestra condición desde nuestro nacimiento. Jesús hizo lo que nosotros nunca pudiéramos hacer. Para liberarnos del yugo de la muerte. La humanidad entera terminará uniéndose a Él y, en aquel momento, se habrá cumplido el proyecto de Dios.
Y llegamos al Evangelio. La pasión de Cristo según san Lucas. Lucas, en su evangelio, nunca deja pasar la oportunidad de resaltar la bondad y la misericordia de Jesús. En todos los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) el relato es muy similar: la Santa Cena, la oración en Getsemaní, la condena por los judíos y por Pilato, las varias torturas y humillaciones del Señor, la Crucifixión, y el entierro. Siempre nos podemos preguntar: ¿con qué personaje me identifico? Tal vez con Judas el traidor, o con Pedro el cobarde, con Juan el discípulo fiel, con el buen ladrón, con el Cireneo, con las santas mujeres….
¿De qué se puede hablar hoy en este comentario? Hay muchas cosas, pero podemos centrarnos en algunos aspectos.
El primero, “Haced esto en memoria mía”. Cada vez que celebramos la Eucaristía, cumplimos el mandato del Señor. Es un buen motivo para intentar no caer en la rutina, para prepararnos antes de cada celebración, para leer las lecturas en casa, por ejemplo. Si nos fijamos bien, Jesús no nos pidió muchas cosas, pero ésta es una de ellas.
También, la actitud de aquellos que quieren seguir a Jesús. En plena cena, los Discípulos se ponen a discutir sobre quién es el primero entre ellos. Hay que recordar. Una vez más, que el servicio es también la forma que tenemos de actualizar la memoria de Jesús, que vino al mundo para servir, no para que le sirvieran. Ser importante significa ser servidor. En cualquiera de las muchas funciones que se pueden desempeñar en la Iglesia.
Otra cosa importante es la importancia de la oración. Sin oración, no se puede velar, no se puede estar cerca de Jesús. Y, por supuesto, una oración que sale del corazón, pero que termina siempre con “no se haga mi voluntad, sino la Tuya”. Como la Virgen María.
Sin oración, no pueden ser vencidas las tentaciones. El demonio se acercó a esa reunión, y mostró laos puntos débiles de cada uno de los Apóstoles. Pudo con Judas, temporalmente con los otros once, pero no pudo con Jesús, porque Él estaba siempre en contacto con su Padre. Aunque le costó sudar sangre. Haber sido tentado le permite a Jesús comprender nuestras debilidades, y haber vencido las tentaciones nos permite a nosotros poder seguir viviendo con esperanza.
En este texto encontramos una negación del uso de la violencia. Este rechazo está presente en todos los evangelistas. Jesús rechaza el uso de la violencia. De un mal surge otro peor. Y en Lucas, el evangelista de la misericordia, hay un detalle que no aparece en los otros evangelistas. Jesús sana inmediatamente al herido. El que se considera discípulo de Jesús, no solamente no pueden atacar a quien le ataca, debe estar dispuesto a remediar el mal que el otro hizo. Debe sanar aun al que continúa haciéndole daño. El cristiano no puede tener enemigos. Puede tener solamente adversarios. A todas las personas hay que amarlas. Las armas las utilizan los que tienen enemigos, no por aquellos cuya única misión es cambiar al adversario en un hermano.
Un detalle para ir terminando. La mirada de Jesús a Pedro, cuando éste le niega, y las palabras de Jesús al “buen ladrón”. Una mirada que comprende, que sabe que Pedro le ama, a pesar de la traición. Lucas quiere decir a todos los cristianos cómo deben comportarse con las debilidades de los demás e incluso con nuestras propias debilidades: no con reproche, sino con la mirada de Jesús. Ojos que invitan a la fe, que dan esperanza. Ojos que saben descubrir, aun cuando hay pecados graves, una manera de amar. Es precisamente esta ‘mirada’ la que nosotros debemos tener.
En cuanto al buen ladrón, la actitud de Jesús quizá también nos recuerda que nunca es tarde para asumir la propia culpa, reconocer los pecados y arrepentirse. Esto se pude hacer cuando sentimos la presencia de Jesús en nuestra vida, a nuestro lado, incluso – o especialmente – en los peores momentos de nuestra vida. La muerte de Cristo es un momento tan imponente, que hasta los ejecutores no pueden por menos que reconocer que “Era un hombre justo”. Que murió por todos. Hoy en día Jesús sigue muriendo por nosotros y muchos “Cristos” en el mundo siguen sufriendo “su pasión”. Seamos consciente de esta realidad, especialmente durante esta Semana Santa que hoy comenzamos.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.