Comentario al Evangelio del domingo, 17 de julio de 2022
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
SÓLO UNA COSA ES NECESARIA
La humanidad, ocupada en muchas cosas como Marta, pierde de vista a Jesús, incluso a su familia, carece de tiempo “…se convierten en adoradores de esa religión que es el estar atareado: pertenecen al grupo de los ocupados, que siempre están haciendo… pero detente, mira al Señor, toma el Evangelio, escucha la Palabra del Señor, abre tu corazón… “(Papa Francisco).
Dos hermanas: Marta y María. Yo creo que, espontáneamente, nos resulta más simpática Marta que María. Nos identificamos más fácilmente con ella: trabajadora, dispuesta, acogedora, pendiente de lo que hace falta para que el ilustre invitado esté a gusto. María, en cambio, nos parece que tiene mucha cara: Ahí sentada escuchando las superinteresantes conversaciones y anécdotas que Jesús estaría contando. Además, ve a su hermana ir y venir con la lengua fuera, y ella que no se menea. Hasta que llega un momento en que Marta se planta, y le echa un buen chorreo. Bueno, como no se atreve a decírselo directamente a ella, o quizá por darse un poco de importancia delante del Maestro, le pide a él que le diga algo: que la ayude un poco…
En nuestra sociedad y en nuestra Iglesia también, nos cuesta entender a María. Y así para no pocos resulta incomprensible ese grupo de religiosos/as recogidos en sus Monasterios «contemplando», ¡con la de cosas que hay que hacer en el mundo! Se ponen fácilmente en el puesto de Marta, y les reprochan: ¿Qué hacéis ahí rezando todo el día, cuando es tan grande el trabajo misionero y de la caridad?
Lo cierto es que la contestación de Jesús nos deja un poco «chafados», porque en vez de darle la razón a la multiatareada Marta, defiende a María porque está haciendo lo mejor que se puede hacer. Y nos cuesta entenderlo porque no sabemos qué es eso de que «sólo una cosa es necesaria» y que «María ha escogido la mejor parte». LA MEJOR PARTE.
Por eso no nos viene nada mal que Jesús nos diga a cada uno palabras así…
– MARTA, MARTA, ANDAS INQUIETA Y NERVIOSA CON TANTAS COSAS…
¿Te das cuenta de que andas siempre con prisa, atareada con tantas cosas, nerviosa. Tu frase favorita es “tengo que”: tengo que ir a, tengo que estar en, tengo que comprar, tengo que arreglar, tengo que reunirme con… Con una cosa entre las manos y mil en la cabeza: el trabajo, la casa, los amigos, los compromisos… y con tantos nervios no eres capaz de disfrutar de la vida ni vivirla con sentido. Agobio, agotamiento, vacío y stress, y tendencia a emprenderla con los que están alrededor: la hermana, la vecina, el invitado y el lucero del alba…
– Mira Marta: SÓLO UNA COSA ES NECESARIA.
¿A que no estás de acuerdo con el Señor? ¿A que te gustaría contestarle que de “una sola” nada? Hay siempre tantas cosas importantes que hacer. Hay que multiplicarse para dar abasto a todo. Y a veces ni aún así. Y pensamos por dentro: «si no lo hago yo, ¿quién lo va hacer?».
– María en cambio, sabe sentarse a disfrutar de la compañía. No es que sea una vaga, o que prefiera no dar ni golpe. Ante la ocasión que se le ha presentado de sentarse a escuchar un rato al Maestro, sabe que todas las demás cosas pueden esperar. Luego las realizará con más ilusión, con más interés, con sentido y con mucha más paz. ¿No os habéis dado cuenta de que hemos perdido el silencio y la tranquilidad? Quizá por eso tienen tanto éxito los cursos de relajación, de concentración, de silencio, y toda esa espiritualidad que nos viene de Oriente que busca encontrar el equilibrio interior… y ese palabro: «mindfullness» tan de moda: atención plena, hacer una sola cosa cada vez.
– «Marta» a veces se sienta, aunque sea un rato, a los pies del televisor, para olvidar las preocupaciones y ¿descansar?, pero sin prestar atención a los que están sentados en el sillón de al lado.
Esa Marta que todos llevamos dentro necesita urgentemente sentarse a escuchar en silencio a cada miembro de la familia, a cada amigo, a cada persona que pasa. Marta tiene que aprender a contemplar con calma la naturaleza, mirar por la noche las estrellas como hacía Abraham, escuchar las conversaciones de las olas, sentir el canto de los pájaros y el quejido de la tierra seca. María sabía que un tiempo de silencio, de escuchar al Maestro, de dialogar a solas con él, a sus pies, de dejar que resuene su Palabra… es el mejor remedio para no andar inquieta y nerviosa, irritable e inaguantable.
Marta debiera sentarse, como Abraham junto a la encina de Mambré, aunque quizás mejor que a la puerta de la tienda, a la puerta del corazón para ver pasar a los hombres, y reconocer en ellos a Dios; para recibirlos con calma e invitarles a entrar en casa, acogerles, prestarles atención y ayuda, y ofrecerles lo mejor de su despensa. Ya llegará el momento de volverse «buen samaritano». Pero con profundidad, con sentido, con calma y paz. Es mejor hacer menos cosas y hacer mejor cada cosa. Y además: ¿de verdad son todas tan importantes como decimos?
Nuestra Marta, tendría que buscarse a diario algunos ratos para sentarse a escuchar su corazón y preguntarle: «¿eh, qué tal por ahí, cómo te sientes, de qué estás lleno o vacío?». Marta tiene a menudo el corazón tan descuidado, que no es extraño que se le vayan atascando las arterias y venas… y un día le dé un «patatús».
¡Qué bien si fuera capaz de ponerse en el pellejo de María y se dejara sorprender por palabras como las de San Pablo en la segunda lectura de hoy: Que Jesús es para ti la ESPERANZA DE LA GLORIA, la garantía del encuentro con Dios, la seguridad de que puedes llegar a ser pleno y feliz a pesar de todos los sufrimientos y dificultades de la vida.
Las lecturas de hoy te invitan a que recibas al Señor en tu casa, que te sientes a escucharlo con calma… sin olvidar que tiene la extraña costumbre de presentarse disfrazado de peregrino, de viajero, de amigo, de necesitado, de agobiado por los calores de la vida… (que te lo explique Abraham).
Aparta un poco a esa Marta loca con tantas cosas que hacer, y elige la parte mejor, la que llena el corazón, la que te puede de verdad hacer feliz.
Confieso que todo esto me lo llevo diciendo a mí mismo mucho tiempo. Pero no sé qué me pasa que no termino de ponerme.
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf