Comentario al Evangelio del Domingo 8 de Diciembre de 2024
“Preparad el camino al Señor”
Queridos hermanos, paz y bien.
Cada semana de Adviento se nos presenta para la reflexión a una figura diferente. En esta ocasión le toca el turno a Juan el Bautista. Es el encargado de preparar el camino al Señor. Su aparición se enmarca en unas coordenadas temporales y geográficas concretas. Porque Dios no aparece en abstracto. Se encarna en el mundo, en nuestro mundo. Y se ilumina por referencia a una vieja profecía, la del profeta Isaías, y su invitación: la de preparar un camino al Dios que va a acompañar a su pueblo de retorno del destierro de Babilonia. Y “todos verán la salvación de Dios”. Dios está a la vista. Ese es el mensaje.
Es un mensaje de alegría, porque Dios mismo “ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro”. Es una decisión que no tiene marcha atrás, porque no descansará hasta que esa promesa se cumpla.
Hacen falta siempre mensajeros de la Palabra. Ésta no desciende sobre los grandes del mundo. No la oyeron los sumos sacerdotes del templo de Jerusalén. Ellos la rechazaron, a pesar de las pruebas que fueron viendo. Hay pocos profetas en los órganos de poder. La Palabra desciende sobre el Bautista, que vive en el desierto.
Nosotros hoy queremos acoger esa Palabra, especialmente en Adviento, y la pregunta es: ¿en qué contexto la debemos situar? Los judíos debieron pasar por el desierto para poder entender el significado de esa Palabra. También nosotros debemos adentrarnos en el desierto.
El desierto es el lugar del silencio. Ese silencio que, en Adviento, puede ayudarnos a escuchar la Palabra de Dios. Es también el lugar donde se vuelve a lo esencial. No encuentras muchas cosas en el desierto. El alimento no se obtiene con facilidad, falta el agua, sólo hay lo que es necesario para la vida. No hay carteles publicitarios, que tanto determinan nuestras elecciones, y nos hacen perder mucho tiempo y dinero con cosas superfluas. Si no volvemos a lo esencial, si no evitamos lo superfluo, la Palabra no puede descender sobre nosotros y encontrar eco.
Desde la primera venida del Señor hasta la segunda, nos encontramos a la espera. No se nos dice hoy nada concreto, sobre lo que significa la conversión de la que hablaba Juan. La semana que viene habrá indicaciones más concretas, pero hoy podemos sugerir ya algunas cosas.
Podríamos comenzar por despojarnos del luto y la aflicción, de la tristeza. Intentar vivir en positivo. Afrontar la pena con esperanza cristiana, para poder vivir como verdaderos creyentes.
El segundo paso que podemos dar ya es colaborar en la obra del Evangelio. San Pablo nos lo ha recordado con claridad. Que haya otras personas que sepan Quién es nuestra esperanza, el que nos mueve, para que compartan nuestra espera. Así la vida será también algo más alegre para ellos. Porque toda en la vida es un don de Dios.
Además, nuestra comunidad debería crecer en sensibilidad para todo, reaccionar ante lo que degrada la vida y la hace irrespirable: la violencia, el juego sucio, la corrupción, el egoísmo…
Para poder lograr todo esto, hacen falta momentos de desierto, de estar a solas con Dios, y momentos al lado del río Jordán, para compartir con los demás lo que vamos viviendo. Si somos capaces de compaginar los momentos de desierto y de río, seremos capaces de llegar a ser mensajeros de la esperanza. Entonces dejaremos de ser un camino intransitable, sino que seremos un camino al que el Señor puede acercarse con gozo. Entonces viviremos un verdadero Adviento. Entonces ayudaremos a que todos vean la salvación de Dios. Como verdaderos discípulos de Jesús.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, cmf