Comentario al Evangelio del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.
“Tú eres el Mesías”.
Queridos hermanos, paz y bien.
Llegamos a la mitad del Evangelio de Marcos. Podemos decir que nos encontramos a la mitad del camino. Acompañamos a los Apóstoles en su proceso de evangelización, de catequesis, escuchando la enseñanza del Maestro. Y lo que Él les dice a sus Discípulos, también nos lo dice a nosotros. Así que vamos a ver qué nos dice hoy a cada uno.
Isaías prepara el terreno, en la primera lectura, recordándonos la fuerza que le da sentir el apoyo del Señor. “El Señor me ayuda”. Sabemos que no era fácil ser profeta. Tampoco hoy es sencillo. Muchos autores afirman que en ese texto se anticipa la pasión de Jesús, salivazos y bofetadas incluidas. También Jesús sintió cerca a su Defensor, a su Padre, en esos momentos de sufrimiento. Algo a recordar, cuando el día a día nos provoque sufrimiento o cansancio, cuando creamos que no podemos.
Es en esos momentos difíciles cuando tenemos que apoyarnos más en la fe. Esa fe de la que nos habla el apóstol Santiago, en su Carta. La fe tiene que notarse en nuestra vida, tiene que ser visible, porque si no es así, “si no tiene obras, por sí sola está muerta”. Hay muchas Organizaciones No Gubernamentales, y mucha gente trabaja en ellas. Es una buena forma de ayudar al necesitado, vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe…
Pero los cristianos añadimos a esa preocupación por los demás el deseo de hacerlo a imitación de Cristo, que consagró su vida al servicio de los hermanos. Recordar esto es también una ayuda cuando las cosas no van bien, cuando la reunión no sale como habíamos planeado, o a la Eucaristía vienen sólo tres personas. Hacemos lo que hacemos por amor, sin esperar nada a cambio. Y lo hacemos con ganas y, por qué no, también cuando no tenemos muchas ganas. Porque la fe nos anima, porque queremos que compartir lo que creemos con los demás.
Al mirar a Jesús, vemos que está siempre en movimiento. Y los Discípulos moviéndose con Él. Podríamos decir que, dentro de ese camino, estamos a la mitad del programa de formación de sus Discípulos. Como si de un examen se tratara, primero les pregunta sobre lo que la gente piensa de Él. Es una forma suave de entrar en materia, antes de llegar a la pregunta importante: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Repetir lo que otros piensan no compromete demasiado. A los Apóstoles, tampoco. Juan Bautista, Elías, alguno de los profetas… Citar es fácil, pero lo principal es llegar a aclarar quién es Jesús para mí. Y no solo lo que hemos leído en algún libro, lo que hemos visto en una película o en otro lugar. Pero en el tú a tú con el Señor no vale más que la verdad, y la verdad compromete. Pedro le definió y negó. La idea que tenía en su cabeza era la de un Reino de Dios en la tierra, instaurado en poco tiempo y por la fuerza. Tomás dijo “Muramos por Él… Por eso estamos sólo a mitad del Evangelio, a mitad de la formación. Todavía quedan muchas cosas por aprender. Por ajustar.
Para responder personalmente a la pregunta de Jesús, podemos plantearnos algunas cuestiones. Sería bueno intentar responder desde el corazón, sin tópicos, siendo sinceros con Él, porque al engañarle, en realidad nos engañamos a nosotros mismos.
Por ejemplo, ¿cuenta mucho Cristo en mi vida diaria? ¿O le tengo “encerrado” en el templo? ¿Entra en mi comedor, en mi oficina, en mi aula…? ¿Se nota que soy creyente en mi entorno habitual?
¿Lo siento cercano, como a un miembro de mi familia o a un amigo? ¿Me esfuerzo en hablar con Él, por la mañana, por la tarde, por la noche? ¿Siento que me acompaña en mi caminar por la vida?
¿Me pongo en su presencia antes de tomar alguna decisión, personal, familiar, parroquial? ¿Dejo que Él juegue algún rol en esa toma de decisiones? ¿Me pregunto qué haría Jesús, antes de decidir lo que debo hacer?
Leyendo los Evangelios, encontramos muchos “quienes”. La gente se pregunta “¿quién es éste que doma la tempestad?”; “¿quién es éste para perdonar los pecados?”; “¿quién es éste que derrota a los demonios?”; “¿quién es éste que habla con esa autoridad?” Hay muchos, sí, pero el más importante es “¿quién es el Señor para mí?”
Él es el Mesías. Ojalá podamos personalizar, concretar esa respuesta, diciendo que es la persona sin la que no puedo vivir, o la persona por la que podría dar mi vida, lo más importante para mí… Esa es la respuesta que Cristo espera de mí. ¿Qué contestación le voy a dar?
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.