Jueves después de Ceniza
Lucas 9,22-25. El que pierda su vida por mi causa la salvará
Comentario al Evangelio del Jueves 13 de Marzo de 2025
Siempre que leo este pasaje del Evangelio me viene la memoria la risa de mi madre. Tenía ya muchos años, bastante sabiduría y estaba en ese momento de la vida en el que muchos ancianos parecen volver a la inocencia de los niños. La encontré sentada con la Biblia abierta sobre el regazo y riéndose quedamente. Pregunté por aquella risa y me respondió que le parecía muy divertido eso de el huevo y la piedra, el pescado y la serpiente. Desde entonces ese texto me suscita la imagen de un multitud entre la que, sin duda, había madres y padres riéndose con la broma de Jesús. Y es que, con seguridad, la comparación chocante apelaba al mero sentido común de unas gentes para las que ser progenitores era una bendición y el amor a los hijos lo propio y natural.
Ese sentido común parece no ser tan común en nuestro desquiciado mundo. Lo más normal (entendido como más extendido y frecuente, que hay que tener mucho cuidado con la corrección política) para muchos es tan aceptable como lo que históricamente parecía vergonzoso o absurdo y bien puede ser que haya padres y madres que proporcionan cosas dañinas a sus hijos, creyendo que lo hacen bien. De hecho los hay. Y también los que están perplejos y no saben cómo educar o alimentar a sus crías.
Creo que la multitud que escuchaba a Jesús entendió la propuesta: Dios no responderá nunca a nuestras peticiones con un mal. Sencillamente porque es Dios, es decir, Amor y Bondad. De modo que sí: pidamos, busquemos y llamemos porque se nos dará, encontraremos y se abrirá la puerta. Dios nos pide, a cambio, la confianza total. La de un niño hacia sus padres. Si después de pedir al Señor algo muy concreto (la resolución de un problema, una curación, un cambio…) las cosas siguen igual o peor, no hay que desalentarse sino volver a pedir, redoblar la confianza. No pocas veces lo que deseamos se producirá pero de un modo muy distinto al que imaginamos. Asombrosamente distinto y mucho mejor.
Virginia Fernández
