Comentario al Evangelio del jueves, 14 de diciembre de 2023
Miguel Tombilla, cmf
Jesús nos alegra en el evangelio de hoy con una de sus desproporciones hermosas y desconcertantes: “Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.
Nosotros nos quedamos boquiabiertos y con un cosquilleo extraño en el alma, saboreando la amargura dulce de esta afirmación fuera de lugar, literalmente “utópica”. La hermosura de la utopía de unos pequeños enormes, en la que nos contemplamos a nosotros mismos y a nuestras fachadas de pretendida grandeza, habitualmente disimulada por una mal aprendida “pseudohumildad”.
En esta contemplación nos encontramos con lo más pequeño de lo que somos y solemos apartar los ojos de los demás por la vergüenza original (pecado) de sabernos desnudos y vulnerables. Esta pequeñez tan grande se revela y pide que la dejemos ser ella misma, porque la desnudez es fragilidad, pero también verdad y milagro de oír, ver, sanarse, resucitar y anuncio de una alegría también desproporcionada.
La desnudez pequeña, de los pequeños, nos lleva de la mano a un Belén en el que todo es diminuto y débil, en el que los signos son silencio de estrellas y susurros de ángeles. Un Dios nacido y volviendo sus ojos sorprendidos, casi cerrados, hacia este tiempo y hacia este espacio, hacia las limitaciones desconcertantes, pero bellas, de la vida aquí. Y el aquí ya es allá y la boquita se le llena de una sonrisa pequeña pero inmensa, eterna, que para siempre ya forma parte de nuestras vidas, desproporcionadamente.
Bendita desproporción…