Juan Carlos Martos, cmf
Queridos amigos y amigas:
En tiempos de Jesús, la lepra era un dramático problema sanitario y social, tal vez como lo es para nosotros la pandemia del coronavirus. Se trataba de una severa enfermedad de la piel, vergonzante y en ocasiones muy contagiosa. Jesús supo presentarla como óptima parábola de la realidad del pecado. Como la lepra, el pecado es dañino, asocial, humillante y contagioso. Por eso, Jesús al intervenir en la curación de este leproso, y de otros que se le cruzaron en el camino, esté mostrando una realidad que alcanza más allá de una sanación física. La lepra desvela un mal más profundo. Nos pueden servir para orar estos detalles.
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Jesús asume el riesgo de contagio y de impureza legal. Rompe el distanciamiento social impuesto, entonces como ahora, por las autoridades y se atreve a tocar al leproso. Eso estaba terminantemente prohibido. Pero Él no cura a distancia. Se salta la norma y se acerca. Comparte nuestra naturaleza infectada. La epidemia del amor de Jesús es más potente que la de la lepra.
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Impone silencio al leproso una vez curado. ¿Por qué callar lo evidente? ¿Será porque no hay que hacer las obras buenas delante de los hombres para ser vistos y elogiados? Seguro que sí. Esta manera de proceder no cuadra con nuestra actual mentalidad. Hoy una obra vale en la medida en que se hable de ella, se publicite, corra por las redes sociales y se divulgue… La discreción no nos va. Tal vez porque no buscamos el bien, sino la autoexhibición.
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Las desventajas de la publicidad. Aunque hoy muchos busquen visibilidad social, son evidentes los inconvenientes de la publicidad. Quien desee hacerse famoso sabe que tiene que renunciar a momentos de paz y de privacidad. Podemos imaginarnos lo difícil que le sería a Jesús atravesar un lugar, habitado por gente entrometida e inoportuna. Así lo muestra el relato de hoy. Jesús era asediado por los muchos que se le agolpaban intentando ponerle las manos encima.
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¿Se cansaba Jesús de los enfermos? La retirada de Jesús a la soledad del desierto no puede interpretarse como un gesto de hartazgo exasperado, sino una indicación, una enseñanza a seguir: La soledad es el complemento para las relaciones sociales. La soledad es necesaria para orar y el contacto con los demás es imprescindible para amar. Orar y amar, fe y caridad. Las dos son importantes.
Vuestro hermano en la fe
Juan Carlos Martos cmf