Comentario al Evangelio del Jueves 16 de Enero de 2025
Siempre me han sorprendido esas palabras con que el leproso se expresa al encontrarse con Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. La primera explicación que se me viene a la mente, y a muchos otros antes que a mí, es que el leproso no tiene mucha fe en Jesús. Fruto de esa falta de fe, sería esa pregunta que le hace. Pero me da la impresión de que no es esa la explicación. O de que, al menos, podemos dar otra explicación a las palabras del leproso.
Quizá el leproso no tenía ninguna duda de que en Jesús había una presencia extraordinaria. Es posible que no hubiese llegado a definir a Jesús como el Hijo de Dios, como llegaron a hacer los cristianos al cabo de unos años después de la muerte de Jesús. Pero está claro que veía en él alguien extraordinario, dotado de unos poderes fuera de lo normal. Pero también podría darse que el leproso se hubiese ya encontrado en su vida como muchos otros personajes llenos de poder y que ese poder no hubiese significado necesariamente que se hubiese dedicado a ayudar a los más necesitados, a los enfermos, a los marginados… Ya sabemos todos que muchas veces los poderosos piensan básicamente sí mismos y en su bienestar. Y que las necesidades de los otros, pues no les importan demasiado.
Quizá el leproso estaba probando a ver si este Jesús, del que se decían tantas cosas, era como esos otros poderosos que había conocido o era diferente y realmente se preocupaba por el bien de las personas más allá de mirar a su propio ombligo. Por eso, ese “si quieres”.
Seguramente, su sorpresa fue grande cuando Jesús “quiso”. En Jesús descubrió a un hombre poderoso que miraba más allá de sí para acercarse a los demás, a los pobres y necesitados. Descubrió que Jesús no le miró con indiferencia ni le utilizó para que la gente reconociese más sus poderes. Simplemente, Jesús se compadeció. Ya solo eso era mucho. Jesús no era poderoso como los otros poderosos que había conocido. Jesús ponía su poder al servicio de los pobres y necesitado.
Por eso, reaccionó el leproso como reaccionó: hablando a todos de Jesús. Porque Jesús era diferente. ¡Los pobres, por primera vez, estaban de suerte!
Fernando Torres, cmf