Comentario al Evangelio del Jueves 24 de Abril de 2025
Leo el texto evangélico de hoy y se me quedan algunas palabras o ideas resonando en la cabeza. Paz, comida compartida, escrituras explicadas y entendidas, testigos enviados. Y el resumen sería “Eucaristía”.
Lo primero es la paz. La presencia de Jesús resucitado no es como la de esos aparecidos de las películas de terror, muertos que amenazan a los vivos. Es una presencia de paz. Dios no es una amenaza para nosotros. En la vida hay muchas cosas que nos pueden inquietar, hay situaciones de conflicto, hay decisiones difíciles que debemos tomar. Todo eso nos inquieta y nos quita la paz. Pero Dios nos trae la paz. Nos anima a levantarnos, asumir nuestras responsabilidades y tomar las decisiones que haya que tomar. Pero él no es la causa de ningún conflicto. Él es siempre fuente de paz y vida.
Otra vez, tenemos una comida compartida. Porque en la mesa es donde se fraguan las amistades, los corazones se abren y la vida se hace más plena. La vida se hace en la fraternidad, no en la soledad egoísta. Por eso, la Eucaristía, aunque a veces tan ritualizada y estereotipada, sigue siendo el centro de la vida cristiana, el mejor símbolo del reino.
En la mesa no solo se come. Se habla, se dialoga, se explica. También vemos en el texto como Jesús explica el sentido de su vida y de su muerte a los discípulos. En la mesa, en el diálogo se abre el entendimiento y el corazón.
Pero los cristianos no estamos llamados a mirarnos el ombligo en una adoración perpetua. La Eucaristía, la vida cristiana, nos lanza al testimonio de vida y al anuncio del reino. El mensaje de Jesús no es para mí solo, es para todos. El amor –Dios es amor– es naturalmente expansivo y abierto a todos. El discípulo que siente la paz en su corazón, la paz de Jesús, que ha compartido la mesa de la fraternidad, que ha escuchado y dejado que la Palabra le llegue al corazón, se convierte en testigo de Jesús. Las paredes de nuestras Iglesias se quiebran y se hacen puertas abiertas por las que salimos al mundo y a la vida para anunciar la esperanza a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo.
Fernando Torres, cmf