Comentario al Evangelio del jueves, 28 de enero de 2021
Javier Goñi, cmf
Queridos hermanos:
Comenzábamos la semana volviendo los ojos y el corazón a San Pablo y a los Santos Timoteo y Tito, grandes misioneros de la primera Iglesia entre los gentiles. Ayer, la parábola del sembrador nos invitaba a acoger con un corazón limpio la Palabra para que así, como tierra buena, demos fruto en abundancia. Ese fruto será de nuevo palabra esparcida para otros que la reciban de nosotros y la puedan acoger de nuevo como tierra buena. Y así, desde los tiempos de Pablo y los primeros evangelizadores hasta hoy: generaciones y generaciones de hombres y mujeres que, acogiendo la Palabra, la transmitieron a otros en situaciones históricas y contextos culturales muy diversos. Y así hasta nosotros.
En este mundo difícil que nos está tocando vivir en este recién estrenado 2021, somos ahora tú y yo, y nuestros hermanos y hermanas en la fe, los que debemos ser candiles que se encienden para iluminar, como nos dice el Evangelio de hoy. En él, tras la parábola del sembrador, se entremezclan excesivamente resumidas y colocadas una tras otra lo que debieron ser distintas enseñanzas de Jesús. Nos quedamos con la primera: no se enciende una luz para esconderla, sino para que ilumine…
Es cierto que en este momento de la historia parece que la humanidad se hunde en un pozo de tinieblas, arrastrada por la muerte y la crisis que nos ha traído no sólo el coronavirus, también las desigualdades crecientes, las guerras, la destrucción de la naturaleza… Cunden la tristeza y el desánimo…, la oscuridad. En medio de tanta noche, nosotros estamos llamados a ser luz. Hemos recibido el don de Dios, la Palabra, el Reino: somos luz que hemos de transmitir al mundo. La gente, los pueblos de la tierra, hoy lo necesitan más que nunca. Brillemos, pues, llenos de esperanza, alegría y amor, en medio de tanta desesperanza, tristeza, egoísmo y violencia. Que así sea.
Javier Goñi (fjgoni@hotmail.com)