Comentario al Evangelio del jueves, 31 de agosto de 2023
Fernando Torres, cmf
El tema de la vigilancia se repite muchas veces en los Evangelios. Hay que estar atentos porque el Señor viene en cualquier momento. El texto de hoy nos habla en parábolas de esa vigilancia. El dueño de la casa al que han avisado que va a venir el ladrón y que se queda en vela para recibirlo como se merece. O el criado que culpe fielmente sus tareas porque espera que en cualquier momento vuelva su señor. Todo sirve para recordarnos que hay que estar en vela porque en cualquier momento viene el Señor.
El problema es tener claro como es la venida del Señor. Parece que en principio la cabeza se nos va a los grandes y solemnes acontecimientos: desde la solemne en la catedral hasta la misa del papa en la plaza más grande de la ciudad con motivo de su visita.
La realidad es que, siempre según los Evangelios, la venida del Señor no fue así. Todo empezó con una humilde doncella nazarena y siguió con un niño recién nacido (básicamente una realidad de fragilidad, pequeñez y vulnerabilidad). Para completar el cuadro la venida del Señor no se produjo en lo que era el centro del mundo en aquel momento sino en un rincón perdido de aquel magnífico imperio. Un rincón perdido y pobre como era Belén, donde nació, o Nazaret, donde se crio. Nada de fanfarrias, luces extrañas ni solemnidades. Nada de eso. Y, luego, a lo largo de su vida no mejoró mucho. Podía haberse presentado en el templo, que era el centro religioso y político de Israel pero nació en la periferia de Galilea y terminó muriendo fuera de las murallas de Jerusalén. Como decía el título de un libro de hace unos años, Jesús fue un “judío marginal”. El que se quiso encontrar con él tuvo que salir de sus casillas y de sus prejuicios.
Hoy nosotros tenemos que estar vigilantes y atentos porque el Señor puede venir a nuestras vidas en cualquier momento. Pero quizá no viene como creemos que va a venir sino disfrazado de pobre, de marginado, de hambriento, de preso. Hay que estar atentos para ir más allá de las apariencias y descubrir su presencia sanadora y salvadora.