Comentario al Evangelio del jueves, 4 de junio de 2020
Óscar Romano, cmf
A la paz de Dios:
Equiparar sacerdocio y sacramentos tiene sus peligros. Porque Jesucristo no fue sacerdote de sacramentos.
Bautismo. Que se sepa el suyo; parece que no bautizo a nadie. Era lo que recibió un bautismo de conversión. Si acaso quiere de nosotros un bautismo de Espíritu.
Confirmación. Cuando la llegada del Espíritu en Pentecostés él ya se había ido.
Eucaristía. La primera que fue la última (cena). Una eucaristía que vale toda una vida: cuerpo que se entrega, sangre que se derrama.
Reconciliación. De esto sí que tuvo varias: su vida fue abrir puertas de perdón y misericordia. Aunque los puristas dirán que la fórmula no estaba completa.
Unción. Grande fue su preocupación por la salud de los que peor lo pasaban. Era frecuente oírle decir cuando preguntaba por alguien: que se mejore. Y el caso era que mejoraban.
Orden. Lo suyo iba en otro orden de cosas.
Matrimonio. Que se sepa sí estuvo en una boda, pero nada hace indicar que fuera el testigo cualificado. Lo que sí sabemos es que estuvo en el banquete (hizo un Hannover).
Y entonces, ¿sacerdote?
El sacerdocio de la cercanía. Leer el comentario del lunes.
El sacerdocio del agradecimiento. Leer el comentario del martes.
El sacerdocio de la vida. Leer el comentario del miércoles.
El sacerdocio de la escucha. Leer el comentario del viernes.
El sacerdocio de la generosidad. Leer el comentario del sábado.
Vuestro hermano y amigo
Óscar Romano