Comentario al Evangelio del jueves, 5 de marzo de 2020
Edgardo Guzmán, cmf
Queridos amigos y amigas:
Ester es una joven hebrea, esposa del rey de Persia. Ella se da cuenta que por las intrigas en el palacio real viene decretado el exterminio de todos los hebreos deportados al reino de Persia. La reina decide ahora exponerse al peligro y afrontar a su esposo para interceder en favor de su pueblo. Antes de presentarse a él, en la angustia, invoca al Señor, acompañando la oración con penitencia.
La reina reconoce que el verdadero Rey es Dios y profesa que Él es el único que la puede salvar. Al invocar su ayuda presenta su propia soledad. Es sorprendente ver en este relato el contraste entre la grandeza y trascendencia de Dios con la pequeñez e impotencia de esta joven. Sin embargo, el texto nos muestra que esa aparente lejanía se convierte en cercanía. En su súplica Ester reconoce, por una parte, las promesas de Dios hechas a sus padres y por otra reconoce el pecado de su pueblo. La lección que podemos sacar de este texto es la de saber orar con confianza en los momentos de dificultad, saber profesar nuestra fe cuando todo se ve mal y en gran oscuridad.
Jesús en el evangelio nos enseña a orar con confianza perseverante. Por la experiencia que tiene de Dios nos revela cómo es el corazón de su Padre. Dios es nuestro Padre y nos ama con un amor gratuito, inmenso, desbordante. Quizás no nos creemos del todo este amor, probablemente lo repetimos y lo decimos seguido, pero puede ser que nos neguemos a experimentarlo en nuestra vida. Este tiempo de Cuaresma como camino de preparación a la Pascua es un momento oportuno para cultivar esta experiencia. Para tomárnosla en serio. Jesús nos invita hoy a entrar en comunión viva con el Padre, es una experiencia que nos puede cambiar interiormente: pedir, buscar, llamar, no permanecer sin esperanza. El Padre de Jesús, fuente inagotable de bondad «dará cosas buenas a los que le pide».
Fraternalmente, Edgardo Guzmán CMF
eagm796@hotmail.com