Comentario al Evangelio del lunes, 1 de abril de 2024
Cármen Aguinaco
Se alejaron a toda prisa
(Mt 19:8-15)
Las mujeres se alejaron a toda prisa de la tumba, llenas de temor y de alegría. Alejarse de la tumba es dejar la muerte atrás, dejar el sepulcro vacío. Parecería que alejarse a toda prisa de la muerte debería ser algo totalmente deseable y maravilloso. ¿Por qué el temor, entonces? Porque los nacimientos son difíciles; suponen dejar un espacio oscuro y escondido e incluso cómodo para entrar en la claridad y el tumulto de la vida. Alejarse de la tumba es volver a la vida y a la luz y enfrentarse con un mundo incierto y complejo. Pero se alejan a toda prisa, porque la alegría no se puede refrenar. Pero seguramente son conscientes de que sus palabras se pondrán en duda, se negarán… como de hecho hacen los soldados pagados, a quienes seguramente les viene “de perlas” que sean mujeres y judías precisamente las que hagan el anuncio… Los soldados no contaban con que, cuanto más difícil de creer, más se muestra la victoria, la gloria y la fuerza de Cristo.
¿Qué querrá decir hoy alejarse de la tumba? ¿En qué tumbas andamos metidos? Hay tumbas de mentira, de muertes que parecen pequeñas, pero que se van acumulando. Como en el caso de los soldados pagados para mentir, hay corrupciones, pequeñas o grandes. Pero se nos pide que nos alejemos de la tumba a toda prisa. No hay tiempo que perder, y no hay que mirar atrás para y ceder a la tentación de entrar de nuevo en la cómoda oscuridad de la muerte. Dejar que la alegría venza al temor de enfrentarse a las fuerzas que, como imán, pretender devolvernos a la tumba. Dejar que el gozo de la vida venza a esa tentación de regresarse al “vientre”, de dejar de vivir en la luz. Salir a toda prisa es abrazar una resurrección que deja atrás las viejas costumbres, los viejos pensamientos, y que sale valiente a anunciar la Verdad. Salir a toda prisa es cambiar de vida; es la nueva vida a la que llama el Bautismo. Es normal que, incluso con una alegría profunda, se vaya con temor: las fuerzas de la muerte, tan reales ahí fuera, tan de tumba disfrazada, van a ser hostiles.
Decirles a los discípulos que vayan a Galilea es, volver a Cristo. Galilea es la tierra de Jesús; Galilea es donde se encuentra el Cristo. Volver a Galilea es volver a la vida, alejarse de la tumba, rechazar la muerte y la mentira para encontrarse con la Verdad. Con temor, sí, pero dejando que venza la alegría.