Comentario al Evangelio del lunes, 14 de junio de 2021
Carlos Latorre
Queridos hermanos:
De nuevo volvemos a encontrarnos en estas páginas de ciudadredonda. Hoy la primera palabra que escuchamos es la de san Pablo que nos dice: “Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación. Y para animarnos a vivir nuestra fe con alegría y confianza nos recuerda los desafíos y calamidades que el apóstol Pablo ha tenido que enfrentar para sembrar la Palabra de Dios en el corazón de aquellos cristianos de Corinto. ¡Cuántas alegrías y cuántos disgustos compartió con ellos! Así es la vida de todo el que se entrega al apostolado. Pablo termina dirigiéndose a sus queridos corintios con una conmovedora petición: que hagan un hueco en su corazón para él, Pablo, y para el evangelio que les anuncia.
En el texto del evangelio recibimos una de las enseñanzas que tal vez más desconciertan al ser humano: Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os ofende”. Y es que en el centro del evangelio está el respeto sagrado a la persona y la denuncia contra todo aquello que, aun camuflado de artificio legal, atente contra la dignidad del hombre y de la mujer.
Pero es, sobre todo, en las dos últimas antítesis donde aparece toda la revolucionaria novedad del mensaje de Jesús, el NO rotundo a la ley del Talión: «ojo por ojo, diente por diente». ¿No sería utópica una sociedad sin esta ley? En realidad, la ley del Talión ha existido en todas las culturas, no sólo en la bíblica, como “mecanismo” para que la sociedad no se disuelva en el caos de una violencia indiscriminada y que no tiene fin.
Hay que recordar que la pena de muerte ha sido eliminada del catecismo de la iglesia católica ¿Por qué? Porque la vida es sagrada y nadie está autorizado a destruirla, a matar a otro ser humano.
Por eso es tan difícil ser cristiano de verdad y cumplir las enseñanzas de nuestro Señor Jesús. Pero no es imposible. El saber perdonar es una gracia muy grande que hay que pedir a Dios nuestro Padre.
No se me borran de la memoria las palabras de un pobre, ya anciano, que vivía sólo en una especie de cueva en las laderas de un castillo aquí en España. Me avisaron de que estaba muy enfermo y que se iba a morir. Yo le fui a visitar y hablando con él me dijo: “Padre, si alguien me hace un mal, yo le haré un bien”. Comprendí que su pobreza era muy grande, pero tenía un corazón de oro. Y como al pobre Lázaro del evangelio, los ángeles lo llevaron al cielo.
Estos corazones generosos no tienen fronteras y se dan en muchas personas que practican con sinceridad su fe. El 6 de mayo de 2015 el padre de una víctima de homicidio perdonó al asesino de su hijo y logró salvarle la vida pocos minutos antes de la ejecución. La víctima era un oficial de la seguridad, que fue asesinado en 2010.
En 2014 dio la vuelta al mundo un caso semejante, en el que dos madres, conmovidas, se abrazaron y consolaron recíprocamente: una era la madre del asesino, la otra era la madre de la víctima, que había concedido el perdón.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
carloslatorre@claretianos.es