Comentario al Evangelio del Lunes 20 de Enero de 2025
Hay personas, incluso creyentes cristianos, que se empeñan en hacer de la fe en Jesús algo triste, difícil, sacrificado. Incluso hay creyentes que se sienten y viven como amenazados por Dios. Es como si la condenación eterna estuviese ahí siempre amenazando. Es como si Dios, el Padre-Abbá de Jesús estuviese jugando con nosotros, siempre vigilante para pillarnos en el más mínimo error para castigarnos y condenarnos.
Las personas que viven así su relación con Dios, necesitan hacer continuamente sacrificios, ayunos, penitencias. Porque a saber las meteduras de pata que habrán cometido sin darse cuenta, que habrán podido ser una ofensa para Dios… Y ya sabemos que éste, Dios, no perdona fácilmente si no se le ofrecen sacrificios y penitencias continuas y montones de avemarías, padrenuestros, rosarios y trisagios.
Se me hace que los fariseos y los discípulos de Juan que aparecen en el Evangelio de hoy son de ese estilo. Pero Jesús no va por ahí. Sus caminos son diferentes. Jesús está anunciando el reino y el reino es reino de vida. El Abbá de Jesús, el padre de todos, no es un juez ni un policía. No es ese ojo que siempre está vigilando lo que hacemos (como tantas veces se le ha representado en nuestras iglesias y como a veces le pensamos en nuestras mentes). El Abbá de Jesús es padre que quiere reunir a sus hijos en torno a la mesa de la fraternidad. Es padre siempre dispuesto a perdonar, a acoger, a abrirnos las puertas de la esperanza, a darnos la oportunidad de un nuevo comienzo.
Por eso, entre los cristianos no tienen mucho sentido los ayunos ni las penitencias. El mejor ayuno y la mejor penitencia es abrir la mano al hermano, ejercer la reconciliación, el perdón y la misericordia. Eso tiene mucho más sentido que darnos golpes en la espalda con la disciplina o privarnos de esta o de la otra comida. Jesús está con nosotros y eso hay que celebrarlo. Y no hay otra forma de celebrarlo que haciendo fiesta con los hermanos y hermanas sin dejar que nadie se quede fuera. Porque en el reino entramos todos.
Fernando Torres, cmf