Comentario al Evangelio del lunes, 23 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Entramos en la recta final del tiempo ordinario. A las puertas del Adviento, en tiempos del Covid, la Esperanza llamará este año con fuerza a tu puerta, porque Dios quiere entrar en ti. Acabamos de celebrar que Jesús es Rey, una verdad que ojalá muchos más pudieran afirmar: Jesús es mi rey, mi Señor, quiero que lo sea, a pesar de mis torpezas. Y Él quiere un año más ser tú Señor, mi Señor, nuestro Señor.
Precisamente por ser la recta final del tiempo ordinario, toda la liturgia de la Palabra de esta semana tiene un tono apocalíptico. Nos invita a ser conscientes que, de parte de Dios, algo importante va a pasar y debemos estar preparados. Él pasará más cerca, nacerá de nuevo entre nosotros y esto no es un acontecimiento cualquiera.
El Apocalipsis, que nos acompañará a lo largo de esta semana, no es un libro misterioso, ni de terror, sino de esperanza. Es una joya escrita en tiempos de gran persecución, en un lenguaje cifrado y simbólico que hay que traducir para llegar a morder el fruto sabroso que esconden sus palabras. La rica tradición y el estudio de la Escritura por parte de la Iglesia, nos ayuda a ello. Hoy encontramos un claro ejemplo en Ap 14, 3 “los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra”. Más de un predicador sectario ha amenazado con esta cifra afirmando que este es un número cuantitativo: se salvarán ciento cuarenta y cuatro mil, lo dice la Biblia. No se puede interpretar la Sagrada Escritura al margen del Magisterio de la Iglesia ni de su estudio exegético. Este número resulta de multiplicar 12 (tribus de Israel, Antigua Alianza de Dios con los hombres) x 12 (apóstoles, Nueva Alianza) x 1000 (que en la Escritura significa multitud). Luego los 144.000 mil salvados, significa la mayoría del pueblo que ha permanecido fiel en la fe y la tribulación.
Su mensaje revelado de salvación no es una rebaja ni una bajada de listón. No vayamos a creer lo que algunos de los primeros cristianos imaginaban, una “apocatástasis”, un borrón y cuenta nueva final donde habrá una amnistía general porque todo vale. No. Dios es misericordioso, pero el amor es exigente y la puerta es estrecha. Por ello hay que permanecer y esperar en el amor contra viento y marea, como la viuda pobre del evangelio de hoy, cuya ofrenda es mayor que la de todos los asistentes juntos.
Esto es, en segundo lugar, a lo que nos invita la Palabra. A no ser huraños, a no regatear con la entrega personal. La vida es para darla, para repartirla. Ofrécete, no seas rácano ni miserable. No caigamos en la tentación de acumular para nosotros mismos tiempo, la satisfacción de nuestros intereses particulares, bienes, proyectos individualistas de vida… porque esto, al final, nos empobrece. ¿Qué significa ser rico? Para Dios ser rico significa darlo todo, como hace la viuda de hoy. Y pobre es aquel que todo lo guarda para sí. Lo contrario de la lógica mercantilista.
Señor, nos enseñas con la Palabra de hoy y con tu propia vida, que hay que darlo todo. En esto consiste la felicidad humana. Pero no acabamos de creer completamente esta verdad revelada por ti y tendemos a guardarnos para nosotros mismos, por miedo, desconfianza, inseguridad… Necesitamos de tu fuerza y de tu apoyo para ser desprendidos con nuestra vida, de modo que así sirvamos a los demás, dándonos.
¡Que en la celebración de tu nacimiento en esta próxima Navidad, nuestro corazón crezca en amor entregado!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.