Comentario al Evangelio del lunes, 26 de junio de 2023
Alejandro Carbajo, CMF
Queridos hermanos, paz y bien.
Empieza fuerte hoy el libro del Génesis. Sal de tu tierra. Nada menos. Los que hemos salido de nuestra tierra, por motivos misioneros, sabemos bien lo que significa. También los que han tenido que salir por cuestiones de trabajo. Cuesta mucho dejar tu casa, a veces, tu lengua materna, tu cultura, tus comidas favoritas, entre otras muchas cosas. Hace falta valor.
No dice Dios dónde debe ir. Solo que salga. Vaya aventura. Jugárselo todo a una carta. Menos mal que el que reparte estas cartas es el mismo Dios. Y el premio es gordo. La promesa de Dios es que se convertirá en el pastor y líder de un gran pueblo.
Y andando, andando, por etapas llegó Abrán a la tierra prometida, y poco a poco el Señor le iba reafirmando en su vocación. Fiel hasta el final. A pesar de los problemas que, haberlos, húbolos. Por eso es ejemplo para todos, por su perseverancia.
Continúa Jesús desgranando su “programa” de vida. Hoy nos da también donde muchas veces más nos duele: en los juicios. Sacar la oposición para ser juez en los tribunales es complicado. Exige la carrera de Derecho y luego las oposiciones. Convertirse varias veces al día en juez de los demás es facilísimo. Como que estuviera en el ADN de cada uno.
Cuesta mucho quitarse las gafas de ver los defectos de los demás. Es que nos sale solo, eso de ver lo que no hacen bien los otros, y el pensar que “yo lo haría mejor” o “yo nunca habría hecho eso”.
Tenemos que revisarnos la vista, operarnos, si hace falta las cataratas con el láser de la reconciliación, para ver a los demás como los veía el mismo Jesús. Donde nosotros vemos defectos, Él veía oportunidades. Donde nosotros tenemos la agenda negra de los enfados y las ofensas, Cristo tiene una página en blanco, para que cada uno pueda escribir su historia, sin arrastrar el peso del pasado. Eso de vete y no peques más.
La carta del apóstol Santiago, en su capítulo 4, nos dice: Uno solo es el legislador y juez, el que puede salvar y condenar. ¿Quién eres para juzgar al prójimo?
También aquí las palabras de san Antonio María Claret, nuestro Fundador, siguen siendo actuales. Tendré para con Dios corazón de hijo, para conmigo mismo corazón de juez, y para con el prójimo, corazón de madre. Pues eso
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.