Comentario al Evangelio del Lunes 30 de Diciembre de 2024

Fecha

30 Dic 2024

Quien hace la voluntad de Dios

Hay quien busca desesperadamente la fuente de la juventud. Hay quienes, de alguna manera, “odian” la vejez. Hoy día se habla mucho del “edadismo”, de esa actitud de semi-desprecio de quienes ya tienen muchos años. El ya no contar con ellos, el hablarles como si fueran niños pequeños, o lo que es peor, tontos. Por mucho cariño que cuidadores pongan en ello, resulta algo insultante muchas veces. La vejez, ciertamente, trae consigo muchas dolencias y a veces indignidades. Y en esta sociedad se da frecuentemente un gran culto a la juventud. Y por otro lado, con ternurismo, se habla de que los ancianos “nos lo han dado todo”… Pues sí; algunos sí y otros no. No se quiere ni a los ancianos ni a los jóvenes porque sean buenos, sino porque son hijos de Dios. En la primera lectura, Juan escribe a personas de todas las edades; en cada etapa, Dios se les ha manifestado de alguna manera. Y al final, señala: quien hace la voluntad de Dios, vive eternamente. No se trata de edad, sino de pertenencia. No se trata de ser eternamente jóvenes, sino de escuchar lo que hay para cada día y en cada momento. Se trata de poder vivir eternamente.

¿Qué significa para cada uno de nosotros vivir eternamente? ¿De qué maneras se nos ha manifestado Dios en cada etapa de nuestra vida? ¿Cómo escuchamos, en nuestras distintas edades, la voz de Dios?

En el evangelio de hoy, José y María cumplen lo establecido; Jesús regresa a Nazaret con sus padres, y les “está sujeto”. Es decir, todos cumplen la voluntad de Dios. El resultado es que el niño crece lleno de salud y sabiduría. No se trata de la edad; se trata de la escucha y de cumplir la voluntad de Dios. Se puede crecer siempre; se puede vivir eternamente. Esto va mucho más allá de la edad. A nosotros nos escribe Juan en cualquier momento de la vida en que conozcamos al Padre, sintamos que nuestros pecados hayan sido perdonados, vencemos al Maligno… A nosotros se nos dice que, al estar sujetos al Padre, podemos crecer en salud y en sabiduría. Ya tenemos la fuente, no de la juventud eterna, sino de la vida eterna.

Cármen Aguinaco

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