Comentario al Evangelio del lunes, 7 de agosto de 2023
Juan Carlos Rodriguez, cmf
Querida hermana, querido hermano:
En las dificultades, en los aprietos, en las tormentas de la vida… el miedo es señal de alerta.
Y nos puede recordar esa verdad profunda, que nos cuesta en ocasiones asumir: nuestra constitutiva fragilidad; esa de la que nos alejamos cuando fantaseamos con nuestra supuesta “auto-consistencia”.
Lo malo es si los miedos se instalan dentro… Cuando se vuelven “okupas” paralizan, nos roban la energía, nos desmantelan, nos aturden…
En la travesía de la fe, el mejor antídoto contra el miedo es su Voz, su Mano y su Presencia.
Su Voz. La Palabra escuchada, acogida, rumiada día a día es la que va fortaleciendo el sentido de la confianza; esa lectio continua con la Palabra, alimento esencial para todo seguidor/a del Señor, nos traerá el eco de sus promesas: “no temas, ten ánimo, yo estoy contigo” y lo implantará en nuestro corazón.
Su Mano. En cuanto discípulos, conscientes de nuestra debilidad y fragilidad, siempre podremos asirnos de su Mano; mano siempre tendida, mano siempre dispuesta para levantar, para sostener, para guiar, para acompañar…
Su Presencia. Todos y cada uno de los días de nuestra vida, hasta el fin del mundo no ha de faltarnos el misterio de su Presencia. El evangelio según Mateo lo resalta ya en el comienzo mismo (“Dios con nosotros -Enmanuel-“) y lo subraya hasta el final como promesa del Resucitado
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!”, atravieso los miedos.
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!” camino sobre las aguas de la inseguridad.
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!” creo y confío en lo imposible.
En las dificultades de hoy, en las tormentas de mañana… no dejará de resonar tu promesa: “¡ánimo, no temas, soy Yo, ven…!”
Tu hermano.
Juan Carlos, cmf
@juancarlosrodriguez58