Comentario al Evangelio del lunes, 9 de octubre de 2023
José Luis Latorre, Misionero Claretiano
Queridos amigos
Hoy leemos un evangelio que siempre nos interroga y nos inquieta por dentro por su claridad y actualidad; su mensaje no pasa de moda; no podemos leerlo y ya está. Es tan claro que por sí mismo nos invita a pararnos a pensar qué personaje de la parábola soy: el sacerdote, el levita, el samaritano, el posadero.
¿Quién es mi prójimo?, es decir, de qué nacionalidad, de qué raza, de qué color, de qué religión, de qué partido, de qué sindicato o formación es. A veces cuánto hablamos y discutimos de todo esto, mientras “mi prójimo” está ahí esperando una respuesta sincera y concreta. La parábola no habla de nada de esto, sino de la actitud que debemos tener ante un hermano necesitado; de lo que debemos hacer.
Mi prójimo es cualquier persona que necesite cuidado, atención, ternura… Y atenderla como lo hizo el samaritano: con los ojos abiertos para ver el problema; con los pies ligeros para acercarse al necesitado, las manos prontas para darle consuelo, curación o buscando recursos para que otros se ocupen cuando nosotros no podemos hacerlo. El samaritano puso en jaque toda su persona y sentidos para solucionar aquel problema urgente que tenía delante de él. No era cuestión de discusión si era tal o cual… era una persona que necesitaba ayuda inmediata. Y él se la brindó por encima de otra cualquiera consideración.
“Anda, y haz tú lo mismo”: Esa es la vocación profunda del seguidor de Jesús, es decir, cuidar, consolar, ayudar como actitud permanente, profunda y activa del comportamiento del seguidor de “Aquel ( Jesús) que pasó por el mundo haciendo el bien a todos y curando toda dolencia”. Es una actitud vital que debe expresarse siempre que se encuentre una persona en necesidad o en dificultad. El cristiano no puede pasar de largo o mirar hacia otro lado; no puede quedarse tranquilo mientras el otro le necesite.
La tentación de hoy es “desentendernos de los demás”, hacer como Jonás que huyó de la misión que Dios le encargó. No querernos complicarnos la vida y a veces preferimos dar unas monedillas y sentirnos satisfechos, mientras las personas necesitadas siguen ahí tendiéndonos la mano pidiendo una ayuda. Como dice el Papa Francisco: “no es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida” (Fratelli tutti). Los pobres y necesitados siempre los “tendréis con vosotros”, dijo Jesús. Y siempre serán esa voz que inquieta nuestra conciencia.
Vuestro hermano
José Luis Latorre, Misionero Claretiano