Comentario al Evangelio del martes, 1 de octubre de 2024

Fecha

01 Oct 2024
Finalizdo!

Como una prolongación de lo meditado ayer, hoy, día en que la Iglesia hace memoria de Santa Teresita, la oración colecta propone: “Oh Dios que preparas tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos seguir confiadamente el camino de santa Teresita del Niño Jesús para que, por su intercesión nos sea revelada tu gloria eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo”.

La primera lectura de hoy continúa con el libro de Job. El pasaje no muestra la famosa paciencia de Job, sino todo lo contrario. Es un amargo discurso y un trágico lamento por haber nacido. Algo muy humano y que en alguna medida experimentamos cuando creemos no poder soportar el fracaso y el sufrimiento físico o moral. José María Cabodevilla publicó, por los años 70, una obra titulada “La impaciencia de Job”. Y el poeta Carlos Pujol, autor de Fragmentos del libro de Job, dice:Quien no se haya sentido Job en alguna situación no sabe lo que es vivir, porque esa experiencia del dolor insufrible que no se entiende es la clave más honda de lo humano”. Al final, sabemos, Job terminó bien. Y esta confianza en que al final todo estará bien y si no está bien es que no es el final, es la que nos libra de la desesperanza. Como muchos santos, Teresita probó, con su penosísima enfermedad, que es posible aguantar el dolor hasta el extremo, si acogemos la gracia de Dios.

En el la lectura del Evangelio hoy vemos la exasperada e impaciente reacción de Santiago y Juan ante un contratiempo puede que grave, desde luego no mortal, que quieren ¿resolver? con una lluvia de fuego. Algo desproporcionado ¿no? El evangelista dice escuetamente que Jesús les regañó. A mi me parece que la reprensión tuvo un cierto matiz de buen humor.

El seguimiento de Jesucristo implica constancia en la fe, incluso y sobre todo cuando todas las circunstancias parecen adversas, renunciar a la venganza si el mal proviene de un ser humano, tener paciencia y aguardar siempre la salvación que Cristo nos ha ganado. Y comprender, aunque sea misterioso, que la alegría del Señor es nuestra fuerza.

Virginia Fernandez