Comentario al Evangelio del Martes 11 de Febrero de 2025
Debe ser un problema de perspectiva. Incluso me atrevería a decir que de agudeza visual. La capacidad que tienen algunas personas de confundir lo fundamental con lo accesorio. Voy a poner un ejemplo extremo. Conocí a una persona que iba de parroquia en parroquia para oír misa y, de paso, denunciar al obispo de su diócesis cada vez que el sacerdote celebrante pronunciaba mal una palabra u omitía alguna parte mínima de la plegaria eucarística o del prefacio. Ni se le pasaba a esta persona valorar si en la parroquia había una comunidad cristiana viva, si los que participaban en la misa participaban de verdad o apenas estaba como estatuas de sal, etc. Todo eso parece que no tenía ninguna importancia frente a esas omisiones mínimas o a si había dos o tres velas en el altar o si… Este puede ser un caso extremo, es verdad. Pero he conocido a personas para las que comulgar en la mano o en la boca es la diferencia entre ser cristiano o ser un blasfemo.
Hay que apostar por centrarnos en lo que es verdaderamente importante más allá del cumplimiento de las normas. Porque las normas se puede cumplir pero a veces sin que haya nada de vida detrás. Y todo se queda en un puro “cumplo y miento”. En un cumplimiento externo que no significa nada ni implica a la persona.
Seguir a Jesús, ser cristiano, es mucho más que cumplir las normas del código de derecho canónico o las de la liturgia o las de los mandamientos de la iglesia. Es una cuestión de relación personal con Jesús, de vivir el amor fraterno, que es lo que caracteriza al Reino, que es lo que verdaderamente nos acerca a Dios, nos hace como Dios.
A los que se fijan solo en las normas, Jesús les llama con toda claridad hipócritas y les recuerda lo que dijo el profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Que no caigamos nosotros en la hipocresía ni nos engañemos a nosotros mismos pensando que cumplimos las normas y que eso ya es suficiente. Sólo en el amor nos encontraremos con Dios.
Fernando Torres, CMF