Comentario al Evangelio del martes, 16 de junio de 2020
Edgardo Guzmán, cmf
Queridos amigos y amigas:
El gran anhelo de Jesús es que cada uno viva con el Espíritu del Padre, que es el Espíritu del amor. Dios está dentro de nosotros como esa fuente de amor, que nos hace salir de nosotros mismos para cuidar de los demás. Somos una historia de amor recibido. La Buena Noticia de Jesús es la de revelarnos la imagen de un Dios bueno, que nos ama, que cuida de todos y de todo lo creado. Esa presencia amorosa de Dios es lo que posibilita que toda la creación esté interconectada. Esa presencia es la que debe habitar nuestro corazón.
A partir de esta experiencia, que es la vivencia propia de Jesús, es como podemos comprender la invitación a amar no solo a los que nos quieren, sino incluso a nuestros enemigos. Para Jesús el amor no tiene limites, como tampoco tiene límites la plenitud o santidad a la que nos invita aspirar: «sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo» (48). Haciendo nuestro este modo de amar de Dios podremos ser fermento de un mundo más humano, justo y fraterno. Como respuesta libre al don gratuito del amor de Dios que nos salva.
Quizás nos sentimos muy lejos de vivir este ideal cristiano, pero las distintas realidades de violencia, muerte y deshumanización que vemos cada día, hacen que esta invitación de Jesús sea apremiante para los que nos decimos sus discípulos y seguidores. Y poder ser en medio de este mundo que sufre un reflejo de esperanza. Pidamos al Señor que nos de esta gracia de poner en práctica la utopía del amor cristiano en el cuidado y atención de los demás, comenzando por quienes comparten con nosotros día a día la vida.
¿En qué acciones se podría concretar en tu vida este amor que Jesús nos invita vivir?
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán CMF
eagm796@hotmail.com