Juan Carlos Martos, cmf
Queridos amigos y amigas:
Del evangelio de hoy destaco las cuatro miradas en torno a Zaqueo que, veladamente, desarrolla Lucas en este magistral relato. Este jefe de publicanos, bajito de talla pero ágil trepando árboles, es figura central. ¡Atención a las miradas del texto!
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La mirada de Zaqueo sobre sí mismo. Se siente “mal visto” por todos. Le desprecian por lo pequeño y ridículo de su estatura, pero sobretodo es doblemente odiado por ser ladrón manejando tributos y tasas y colaboracionista con el imperio romano.
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La mirada de Zaqueo a Jesús. Es una mirada furtiva y cargada de expectativas. Mezcla la curiosidad con una incipiente ilusión: ¿Será Jesús la primera persona en mi vida que de veras me entienda? ¿Sabrá reconocer que bajo mis apariencias late un corazón que sufre y que es capaz de una inmensa generosidad? ¿Sabrá Jesús sacar de mí lo mejor de mí mismo?
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La mirada de Jesús a Zaqueo. Rebosa humanidad y conocimiento. Le llama por su nombre. Y, en un exceso de confianza, se autoinvita a su casa. Allí dialoga con él. Jesús no le tiene miedo ni asco. Él amaba a los pobres y también a los pecadores, cosa ésta bien complicada. Tanto amor cambió la vida de Zaqueo, su carácter y su manera de manejar el dinero.
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La mirada de la gente a Zaqueo. Solo saben criticar y pisotear. Es su oficio. Tal vez algo más que un desafortunado desahogo. La acusación ni libera ni salva a nadie, sino que hunde más en el abismo de las propias miserias. ¡Qué lejos está Jesús de esta manera puritana de tratar a los caídos!
Se repite mucho, pero lo solemos hacer muy poco: Colocarnos en el lugar de Zaqueo imaginativamente y reconstruir el relato de estos cruces de miradas… a ver qué sale de ahí.
Vuestro hermano en la fe
Juan Carlos Martos cmf