Comentario al Evangelio del martes, 21 de abril de 2020
Eguione Nogeira, Misionero Claretiano
¡Queridos hermanos!
El Evangelio sigue con el dialogo de Jesús con Nicodemo. Hoy nos presenta el tema del nacimiento de lo alto. En el fondo se presenta la necesidad del hombre en participar de las realidades espirituales por medio de la fe.
Para “nacer de lo alto” hace falta una transformación interior del ser humano, abierto a la transcendencia. Esta apertura no significa agotar el conocimiento sobre Dios, sino dejarse empapar por la gracia divina, dejarse tocar por misericordia. Por eso, al utilizar la imagen del viento, Jesús quiere decir que las realidades celestiales permanecen siendo misterio, por lo que no se explican con criterios humanos. Esto se refuerza con la expresión “nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” (Jn 3,13).
Jesús es el único y verdadero revelador de Dios y lo hace desde su experiencia inmediata con el Padre y en la cruz, signo de contradicción. La cruz se presenta como el lugar por excelencia de la revelación divina, del amor extremo. ¿Pero, cómo comprender esto? La serpiente puesta en un mástil en el desierto (Nm 21,4-9) sirve como una imagen pedagógica para comprender este misterio. Ella prefiguraba la crucifixión del Mesías, pues de maldición pasa a ser instrumento de sanación para el pueblo de Israel. Del mismo modo la cruz, instrumento de condenación y muerte, en Jesús se transforma en símbolo de salvación. Lo que queda evidente es que el amor y el dolor extremos se encuentran en la experiencia del Mesías crucificado.
Muchas personas buscan explicaciones religiosas para lo que estamos viviendo en estos momentos de pandemia y en otras situaciones en las que nuestra vida se encuentra en peligro. Decir que es un castigo de Dios, no es una respuesta que encuentra fundamentación en la revelación que Jesús nos ofrece. Pero, desde esta experiencia que estamos viviendo en todo el mundo, tenemos la oportunidad en hacer una profunda experiencia de encuentro con Dios, pues allí donde el dolor humano se hace fuerte, con más intensidad, el amor y la misericordia de Dios se hacen presentes.
Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf