Comentario al Evangelio del martes, 24 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
La siega y la vendimia de la que hoy nos habla el Apocalipsis, son símbolos del juicio de Dios. ¿Cuándo ocurrirá esto? no lo sabemos, aunque a lo largo de las distintas décadas y generaciones no han faltado ni faltarán predicadores baratos que han afirmado conocer el día y la hora, los planes de Dios. De ellos nos previene hoy Jesús: “Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: -Yo soy-, o bien -El momento está cerca-; no vayáis tras ellos”.
Ninguno de nosotros sabemos nuestra hora de partir de este mundo. Sabemos que algún día daremos ese paso y ojalá estemos bien preparados, como los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVII y XVIII que recordamos hoy. Lo que sí sabemos es que nuestras obras serán vistas a la Luz. Lo que contará es el amor. Este amor se “medirá” en la balanza, será “pesado” y entonces se verá con claridad si estamos preparados o no para ir al “banquete” de nuestro Señor. Esto no nos debe atemorizar, más bien nos debe estimular, nos recuerda que somos peregrinos y que estamos de paso, que nuestra estación de destino no es esta, por lo que hay que dejarse la piel y vivir con intensidad.
El tema de la muerte es hoy es un tema tabú para la civilización occidental, un asunto del que no gusta hablar porque muchos no saben encontrar un sentido a este inevitable destino humano. El libro del Apocalipsis nos ofrece la visión de Dios a este respecto. Meditémosla. No nos viene mal una dosis esperanzadora de realismo.
En el evangelio de hoy, Jesús quita importancia a la belleza del templo, a la “calidad de la piedra y los exvotos” porque es efímera, porque algún día desaparecerá, porque no es eterna. No le faltaba razón; el templo de Jerusalén fue destruido el año 70 d.C. Para Jesús, la belleza que importa y permanece es otra. Que nadie nos engañe. La apuesta importante y decisiva es por aquello que permanece. Hay muchas señales muy espectaculares, pero en muchos casos no son más que artificios. Sólo el buen fruto será vendimiado. Sólo lo importante será tenido en cuenta. El Señor nos llama a ser fértiles, a estar preparados, a tener nuestras manos rebosantes para que cuando llegue el momento podamos mostrarlas llenas de satisfacción por el deber cumplido. El deber de amar y darlo todo allí donde y con quien te “tocó” vivir. Aprovechemos el tiempo que se nos regala cada día, no sabemos cuánto nos queda.
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.